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Una universidad inclusiva para una sociedad inclusiva

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  • El programa Promentor, de la Fundación Prodis y la Universidad Autónoma de Madrid, ha licenciado a su 13ª promoción de jóvenes con discapacidad intelectual, suma 171 egresados y el 89% está trabajando
  • A lo largo de dos cursos, los alumnos suman 120 créditos ECTS y adquieren competencias fundamentales para el mundo laboral de la mano de profesores y estudiantes de la Facultad de Formación del Profesorado y Educación
  • Convivir con estos jóvenes en la facultad contribuye a que los aspirantes a maestro adquieran competencias emocionales y estrategias necesarias para gestionar un aula con alumnado diverso
  • El salto de gigante de Idoia y Hugo, dos licenciados de Promentor con mucho futuro

Estamos en la Universidad Autónoma de Madrid. Facultad de Ciencias de la Educación y Formación del Profesorado. Salón de Grados.

En el tribunal, formado por cuatro personas, el decano de la Facultad, Álvaro Dueñas.

En el estrado, Jimena, explica su trabajo de fin de título. A continuación, hará lo mismo su compañera Silvia; después, Elena, Alberto, Idoia, Hugo, María, Juan… Así, hasta que terminen los 16 alumnos de la 13ª promoción del Aula Promentor, el programa universitario de formación para la inclusión laboral de personas con discapacidad intelectual. Lo firman la Fundación Prodis y la Universidad Autónoma de Madrid, que ha elevado Promentor a la categoría de título propio con 120 créditos ECTS.

Con los titulados este año, el Aula Promentor suma ya 171 egresados, de los cuales el 89% están trabajando. Algunos de ellos tienen síndrome de Down; otros, trastornos del espectro autista; otros discapacidad intelectual leve. Pero cada alumno es un mundo. A ninguno le define el tipo de discapacidad que tiene, puntualiza Andrés Cabrera, coordinador de Promentor.

Para algunos, el gran desafío es la socialización; para otros, la expresión oral; para otros, la capacidad de organizarse. “Las adaptaciones del programa se hacen de acuerdo a cada persona, no de acuerdo a su discapacidad”, explica Lola Izuzquiza, codirectora de Promentor junto a Engracia Alda y directora Proyectos de Formación de Prodis.

Todos tienen 18 años cumplidos y una competencia básica en lectoescritura. Esos son los únicos requisitos para entrar en el Aula Promentor, además de muchas ganas de aprender y de trabajar: primero, durante los dos cursos del programa; después, ya, en el mundo laboral.

Las clases de Promentor se imparten en la Facultad de Formación del Profesorado y Educación de la Autónoma gracias al acuerdo que Prodis firmó con esta universidad hace ya 15 años, con Ángel Gabilondo como rector. “Sin la apuesta de Gabilondo, esto no habría sido posible”, subraya Lola Izuzquiza, que es profesora de Pedagogía Terapéutica en la Facultad.

20 materias, dos cursos, 120 créditos

El objetivo que se marcaron entonces Prodis y la Autónoma fue “lograr un entorno inclusivo en el mundo universitario que promoviese la formación para el empleo de las personas con discapacidad intelectual”.

Estudiaron qué empleos podían desarrollar estas personas y elaboraron un plan de competencias que diera respuesta a esos empleos. Comunicación y Atención al Cliente, Inglés Técnico, Tecnología para la Empresa, Contabilidad, Estrategias de Pensamiento, Habilidades Emocionales… Así, hasta 20 materias a lo largo de dos cursos que han ido evolucionando de acuerdo a las necesidades de las empresas. “En 13 años hemos cambiado cinco veces el plan de estudios”, cuenta con orgullo la directora, ya que no es lo habitual en la Universidad.

Promentor forma parte de un itinerario académico más completo, que empieza por Avanzas, el programa de preparación preuniversitaria que hace de puente hacia Promentor, y termina –para los alumnos que lo deseen– con el Programa Empresa, un máster adaptado en servicios empresariales.

El éxito de Promentor se define, además de en ese 89% de empleabilidad de sus egresados, en que ha sido replicado en 34 universidades españolas.

Pero nada como ver esos rostros de alegría, esos gestos de satisfacción y esos abrazos generosos en los 16 alumnos que acaban de exponer su trabajo de final de título cuando el tribunal les comunica sus notas, entre el 8,5 y el 10.

“Menudo nivel hay este año”, comenta el decano, Álvaro Dueñas, a la profesora María Jesús Vitón, por los pasillos. “Se nota que han hecho un esfuerzo tremendo”.

“Superdotados emocionales”

Esa profesora, titular de Didáctica y Teoría de la Educación, lleva cinco años colaborando con Promentor que le han reconciliado con la esencia de la educación que está detrás de toda vocación docente. Destaca cómo “se amplía el potencial pedagógico” de aptitudes y actitudes fundamentales en educación como la flexibilidad, la escucha y el aprendizaje compartido entre compartido entre diferentes miradas.

De sus alumnos de Promentor valora que “son superdotados emocionales”, “son auténticos y quieren sentirse útiles”. “Hay un gran respeto entre ellos pese a sus diferencias. Nadie se ríe de nadie y todos aportan”, añade. “Y son muy agradecidos con los profesores, cosa a la que una no estaba acostumbrada”, puntualiza.

Otro factor que contribuye a desarrollar su labor con ilusión es “la verdadera cooperación que hay entre el profesorado” y ver que “hay un equipo muy sólido detrás”. 

Para Jesús Manso, vicedecano de Estudios de Grado de la Facultad, ser profesor de Promentor también supone “una gran satisfacción personal y profesional” que le hace “reencontrarse” con su vocación original de maestro de Educación Especial. “Me permite expresar mis capacidades como educador en sentido amplio”, explica Jesús Manso, que recuerda que “las dificultades de aprendizaje, de mayor o menor grado, son propias de todo proceso educativo”.

Oportunidad de oro para los alumnos de Magisterio

Jesús Manso imparte Didáctica General a los alumnos de Magisterio y Fundamentos Cognitivos del Aprendizaje a los alumnos de Promentor. Cree que el programa de Prodis y la UAM aporta “fundamentalmente humanidad”. “Acerca nuestra facultad a la realidad educativa y social actual. Incorpora a nuestros estudiantes de Magisterio a la práctica docente y ofrece a los estudiantes de Promentor un incomparable escenario de aprendizaje y desarrollo personal y profesional”.

Para los aspirantes a maestros, la posibilidad de participar en Promentor es una oportunidad única para acercarse a la educación inclusiva y a la educación emocional que de otro modo no tendrán. Pese a ser competencias clave en un maestro, Jesús Manso reconoce que están ausentes en los planes de estudios de formación inicial de docentes, sean grados o másteres.

“Este tipo de experiencias bien integradas en los planes de estudios constituyen, sin lugar a duda, una mejor formación como futuro docente”, asegura el vicedecano. Y, no sin cierto pesar, puntualiza que, pese a tener esta oportunidad de oro, “es una minoría de estudiantes de la facultad la que entra en relación profunda con el programa Promentor”.

En su clase de Pedagogía Terapéutica de 4º de Magisterio, Lola Izuzquiza ha involucrado a varias alumnas y alumnos en la Comunidad Emocional que ha creado con alumnos de Promentor, “una experiencia tremendamente rica para todos”.

Lucía y Andrea, alumnas de 3º de Magisterio, también forman parte de esa “comunidad emocional”: “Si no estuviéramos en ella, no habríamos aprendido algo que es fundamental para la práctica de aula para un maestro de Primaria”, aseguran. Por ejemplo, “cómo diseñar una sesión para que ellos participen, aporten y trabajen juntos”; o “cómo gestionar la clase para que se dé ese clima de confianza y de compartir”.

“Aprendemos mucho de cómo debe ser el papel del profesor en un aula inclusiva”, coinciden las futuras maestras. “Los estudiantes de Magisterio necesitamos mucha preparación para desarrollar esa base emocional que debe haber en todas las aulas”, añaden.

Ha llegado el momento de cantar las notas. Máxima expectación en el Salón de Grados. Nervios. Cada alumno se pone en pie cuando el tribunal cita su nombre. Máxima emoción al oír esos 9,8; 9,7; 9,5… Y aplausos para los dos dieces.

Después, abrazos y más abrazos. Los de primer curso de Promentor han asistido a toda la lectura de trabajos de 2º y a este momento culminante, para ellos aún lejano. “Ya os podéis poner las pilas los que venís detrás”, les dice Lola.

Tras la foto final de grupo, aplausos generalizados. “Estamos súper orgullosos de vosotros”, proclama Lola en voz alta. Y, en medio del tumulto, una alumna de 1º grita espontánea: “¡Y nosotros de vosotros!”.


Hugo, la autonomía y los videojuegos
Hugo Lizana, el día de su graduación del programa Promentor en la Facultad de Formación del Profesorado de la UAM

Hugo Lizana, el día de su graduación del programa Promentor en la Facultad de Formación del Profesorado de la UAM.

El día de su presentación del trabajo de fin de título, Hugo Lizana veía que iba a llegar tarde en el andén de la estación. El tren que coge diariamente en Alcalá de Henares se había retrasado y decidió que la mejor opción era coger un Uber.

Para Hugo –21 años, autismo, 78% de discapacidad intelectual–, esta cadena natural de acontecimientos es tan extraordinaria que a su madre, Vanesa Cueto, se le saltaban las lágrimas de alegría cuando él mismo se lo contó por teléfono.

Ella nos da a entender lo que significó aquello para Hugo y para sus padres:

Primero, ser consciente del reloj, de las horas. Segundo, gestionar su tiempo. Tercero, ser responsable con sus obligaciones. Cuarto, aceptar un contratiempo. Quinto, tomar una decisión con rapidez. Sexto, aguantar la presión de una situación que escapa a su rutina normal. Séptimo, de nuevo ser responsable al llamar a su madre para avisarle de que le llegaría la factura del Uber. Octavo, cumplir con su obligación de exponer su trabajo. Obtuvo una nota de 9,8.

No mencionamos, por llevar dos años demostrándola, su capacidad adquirida para ir solo todos los días desde su casa, en Alcalá (localidad al oeste de Madrid), al campus de la Universidad Autónoma de Madrid en Tres Cantos (localidad al norte de Madrid).

“A los de Prodis y a todos sus profesores de la Autónoma me los como a besos”, dice Vanesa como epílogo a los dos años de formación de Hugo en el Programa Promentor.

“Que mi hijo tenga autonomía para ir de Alcalá a la Autónoma todos los días y sepa moverse perfectamente en transporte público por Madrid es mucho más importante que saber hacer una raíz cuadrada. Una persona con discapacidad intelectual necesita unas herramientas completamente distintas a las que tú y yo necesitamos, y tiene que adquirirlas de manera diferente: vivenciadas”, explica.

“Todas las asignaturas las montan para su vida real, que es como tendría que ser el aprendizaje para todo el mundo”, señala la madre de Hugo. “Le quitan toda la paja y dejan lo que tienen que saber”.

Vanesa Cueto elogia que en Promentor “es el programa el que se adapta a cada alumno y no al revés”. Pero, por otro lado, el hecho de que se desarrolle en un campus universitario hace que los alumnos de Promentor tengan que adaptarse a un entorno nuevo, de grandes dimensiones, y que desarrollen una socialización clave para su integración en el mundo laboral. Por otro lado, el resto de miembros de la comunidad universitaria normaliza la convivencia con personas con discapacidad intelectual.

“Este programa tiene los tentáculos muy largos porque acaba creando conciencia en el resto de la sociedad”, apunta Vanesa tras recordar esta anécdota:

“Un día, mi hijo y una compañera se despistaron en el metro y acabaron no sé en qué estación; una alumna de la Facultad los vio, le extrañó que estuvieran allí, les preguntó y los acompañó de vuelta hasta la estación en la que debían haberse bajado”.

Uno de los grandes hitos de Hugo a lo largo de estos dos años en la Universidad han sido los dos meses de prácticas en una empresa, estando de cara al público, “justo lo que es más difícil para él”. Vanesa temía que su hijo perdiera el control en algún momento, y no fue así. “Hugo se ha superado a sí mismo; ha superado una barrera más”, cuenta emocionada. “Este programa saca el 150% de los chicos y chicas si los padres estamos detrás apoyando todo”, asegura Vanesa.

¿Y cómo llegó Hugo a Promentor? Por recomendación de Paula Hoyos, su terapeuta desde pequeño. “Después de terminar la ESO, se nos ofreció la posibilidad de que entrara en un PCPI, pero no nos gustó porque allí había alumnos por su discapacidad intelectual, pero también por su mala conducta. Cuando Paula nos habló de Prodis, vimos que era justo lo que Hugo necesitaba”.

Y hoy, Hugo Lizana, con su título del programa Promentor bajo el brazo y todas las competencias profesionales y personales que ha desarrollado, aspira a ser creador de videojuegos. “En la industria del videojuego hay hueco para todos”, nos dice con convicción. Pero, de momento, este verano toca descansar. Hugo acaba de sacarse la certificación de buceo y se va a México a hacer unas buenas inmersiones con sus padres.


A Idoia le gusta estudiar
Idoia Aguirre, en el centro, junto a otros compañeros de Promentor el día de la graduación.

Idoia Machinbarrena, en el centro, junto a otros compañeros de Promentor el día de la graduación.

Hablamos con Idoia Machimbarrena por teléfono unos días después de graduarse en Promentor. Está en su Donosti natal, pasando unos días de descanso, pero pronto volverá a Madrid, a las prácticas que está realizando en Mutua Universal. Cuando termine el verano, seguirá estudiando en la capital. Idoia –21 años, síndrome de Down–es una de las alumnas de Promentor que va a continuar el itinerario académico de la Fundación Prodis y cursará el Programa Empresa. Le gustaría trabajar de administrativa y ese máster contribuirá a ello.

Desde que vino a Madrid, hace dos años, le gustó la gran ciudad. No sé arredró. Se adaptó en seguida y encajó con rapidez en su nueva rutina, en la universidad, en el piso que compartía con su madre, en su barrio y en la ciudad. A su madre, Amaia, le daba más miedo que a ella el cambio: que Idoia dejara atrás su vida en Donosti, sus amigos, su hermana y su padre, que se quedaron allí. Pero la familia tenía claro que había que hacer esa apuesta. En Promentor habían encontrado lo que Idoia necesitaba. Y no se equivocaron.

«Para mí, un 10», sintetiza Amaia.

Como a Vanesa, la madre de Hugo, se le nota en la voz una emoción desbordante de alegría y satisfacción, y también el agradecimiento eterno a la Fundación Prodis. «Ha mejorado mucho, sobre todo en autoestima. Ya la tenía alta, pero esto ha sido un refuerzo porque supone un desafío en muchos aspectos y los ha superado», cuenta. «Idoia sabe negociar, razonar, ver los pros y los contras, ponerse en el lugar del otro».

«Las materias son muy buenas y muy conectadas a la realidad, a lo que necesitan, como por ejemplo, hacer un currículum», va comentando Amaia. «La asignatura de Emocionales es fundamental, súper necesaria», continúa. «A los que han sufrido más, en el colegio o en su entorno, la educación emocional que reciben les hace resurgir». «Luego, el seguimiento que hacen de los chicos y el conocimiento que tienen de ellos es integral. Eso hace que encajen bien en las empresas que les buscan para hacer las prácticas».

El relato de su experiencia previa recuerda al de la madre de Hugo Lizana en este punto: «Después de terminar la ESO, nos planteamos por dónde seguir; no queríamos un sitio donde nos propusieran aprender a sumar cuando ya sabíamos dividir. Empezó una FP Básica de Comercio, tipo PCPI, pero había alumnos muy problemáticos; gente normal, sin discapacidades, pero que daba muchos problemas en el aula. Después de eso, me quedé en blanco. Idoia quería estudiar; le gusta estudiar». Y buscando, buscando, dio con Promentor en Madrid.

«Hemos estado estos dos años viviendo juntas en un apartamento, pero yo la veía poco el pelo. Estaba todo el día en la Universidad». Ahora, con el máster, ha llegado el momento en que madre e hija se separen, e Idoia dé un salto en responsabilidad. No estará sola porque vivirá con su tío, pero es un puente a otra esperada etapa. «La ilusión es que ella viva sola», suspira su madre.

La 13ª promoción del programa Promentor, el día de su graduación en la Facultad de Formación del Profesorado y Educación de la UAM, el pasado mes de junio.

La 13ª promoción del programa Promentor, el día de su graduación en la Facultad de Formación del Profesorado y Educación de la UAM, el pasado mes de junio.

 

 

 

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