Este nuevo máster dependiente del Centro de Educación en Virtudes y Valores de la UFV permite no solo aprender los contenidos propios de esta educación en virtudes sino de vivirlos y hacerlos propios.
Entrevista al P. Juan Antonio Granados, Director del Colegio Stella Maris la Gavia y colaborador del Máster de Formación Permanente en Pedagogía en Virtudes.
P._Un máster para profesores que ya trabajan, ¿para qué?
R._Este máster es para los profesores, un homenaje a ellos, a su entrega. Y un homenaje que busca engrandecerles. Porque el futuro se juega en la educación de nuestros hijos y la educación depende de la grandeza de los maestros y profesores. Nos acercamos al hecho educativo, no desde una teoría pedagógica (y por eso nuestro master no asume, no puede asumir la forma de una comunicación por internet), sino desde la transmisión de una vida (y por ello nuestro máster implica, tiene que implicar la presencia y el contacto con los maestros, en una convivencia y una sinergia).
P._En la carrera de magisterio hay mucha confusión hoy y aplicamos a veces teorías que no están bien fundadas, ¿se hablará de esto en el Máster?
R._Indudablemente es clave saber dónde estamos. Nos ayudará conocer las diversas pedagogías que han surgido en los últimos años, desde Rousseau pasando por Froebel, Dewey, Kohlberg, Erikson y otros tantos, denominados “padres de la pedagogía moderna”. Es clave reconocer ciertas visiones parciales que hoy imperan como el relativismo o el individualismo. Y de todo ello iremos sacando buena luz para entender que la propuesta educativa que transforma pasa por educar en virtudes.
P._¿Virtudes o valores?
R._Los valores ayudan a apreciar las cosas. Las virtudes transforman el corazón de la persona. Educar en virtudes supone reconocer el bien como bien y asimilarlo para hacerse bueno. Supone compromiso con la verdad de la realidad concreta que se me presenta, ¡con la verdad del amor!, y el modo como esa verdad pide alianza. Hablar de virtudes es hablar de la fuerza de los bienes que trae el colegio y su capacidad transformadora. ¡Sacar al niño del ser “espectador” pasivo! ¡Que reconozca su protagonismo y entre con toda la fuerza en “sinergia” con los bienes que le rodean! Esto es lo que hacen las virtudes: iluminar los bienes para desplegarlos con toda su fuerza.
P._El Máster afrontará la cuestión de los afectos del niño, ¿qué papel juegan los afectos del niño en el colegio?
R._El tema fundamental al hablar de virtudes es la cuestión del amor, la cuestión afectiva. Sabemos bien que “lo afectivo es lo efectivo”. Y por ello la afectividad es punto de partida: los afectos del niño pero, ¡también los afectos del profesor! Sería absurdo pensar que el colegio está para pensar y la familia para amar. Sería dividir en dos al hombre y provocaría una escisión nefasta en la educación. “Amor” y “conocimiento” van a la par, es “amor a la sabiduría” y es “conocimiento que nace del amor”. Aquí se desarrollará el punto de partida del Máster. Esto, somos conscientes, suena hoy como “educación sentimental” que fácilmente decae en “autoayuda” para niños. Y no hay nada más lejos de nuestra intención. El amor no es una cuestión meramente psicológica, ni sentimental, es el motor de las grandes elecciones, el punto de partida de todo auténtico conocimiento. Y se trata de marcar como punto de partida de la experiencia educativa el amor originario, transmitido en la familia, que le dice al niño: “vales por lo que eres” (como acogida y apego) y “vales también por lo que estás llamado a ser” (como vocación y misión). No es, como punto de partida, nada evidente.
P_¿Cómo van unidos los deseos del niño y las virtudes?
R._ Las virtudes son la clave para plasmar e integrar los deseos del niño, que al principio no sabe querer bien, no sabe amar. Las virtudes son la integración inteligente de los afectos. Para aprenderlas, el niño ha menester prácticas y relatos. La clave de una pedagogía narrativa se encuentra en enseñar las virtudes a través de grandes historias de héroes, genios y santos que le enseñan formas de vida grande y bella. Y también gracias a prácticas que van generando virtudes morales y virtudes intelectuales. La fortaleza y la justicia, junto a la ciencia, la atención, el buen juicio de la prudencia. No son simplemente competencias, son disposiciones internas que atesora el alumno y que llegan mucho más hondo.
P._¿Dónde y cómo se aprende la virtud?
R._Al “dónde” contesta la alianza educativa. El máster va de profesores a profesores. Y la idea clave es que los profesores que vivan el Máster (porque desde luego será una experiencia a vivir juntos) lleven a sus colegios el deseo de aunar en claustro pues solo así se puede brindar al niño un camino serio.
Al “cómo” responden las “prácticas educativas” y los relatos literarios que iremos trabajando continuamente. La fuerza de este Máster no va a ser la de unos principios generales que luego hay que aterrizar. Es más bien la de una experiencia vivida (la del amor, la del deseo del niño) que hay que educar a través de la virtud y que necesita para ello unas prácticas. La educación no consiste en aterrizar unos principios generales en aula, como si hubiera que hacer engullir al niño con un embudo una serie de generalidades. La educación es más bien partir del niño, de sus amores, partir de su genialidad, de la novedad que atesora el niño, de sus deseos, para ayudarle a plasmarlos. Aquí sacaremos tres consecuencias de una visión narrativa de la educación en virtudes: educar en el protagonismo, trabajar la imaginación del niño, enseñarle un sentido del tiempo marcado por pasos, un tiempo que hay que ritmar.
P._Y las asignaturas, ¿qué papel juegan en todo esto?
R._El tema de la sabiduría integral, culmina el recorrido que va en nuestro máster del amor hasta la sabiduría; es decir, plasmar un amor que conoce. Partir del amor para integrar bien la sabiduría. Para ello es necesario recorrer el camino de las virtudes, de la narración, del espacio y el tiempo de las relaciones, de la imaginación y el protagonismo. Aquí abordamos a fondo las materias concretas: las letras y las ciencias.
El recorrido era necesario para que las materias, cuya pedagogía más concreta se aborda ahora, no se vean dispersas, fragmentada, sino que se estudien a partir de una unidad. El peligro de la fragmentación del saber, se debe superar desde el principio, desde los primeros cursos de primaria, no es un problema solo de la universidad.