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Santa Gema Galgani: la mediación entre iguales para mejorar la convivencia

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La experiencia del colegio Santa Gema Galgani es un ejemplo de la eficacia preventiva contra el acoso escolar y los problemas de convivencia

Los alumnos mediadores escolares contribuyen a prevenir y detectar problemas antes de que crezcan

(Este reportaje se publicó en Actualidad Docente en diciembre de 2016.
Por su interés, lo recuperamos en la nueva edición.)

La prevención es la mejor medicina para el acoso escolar. En el colegio Santa Gema Galgani, en el barrio madrileño de Aluche, lo tienen claro. La orientadora, Cristina Molinero, y su equipo de mediadores, un grupo de alumnos elegidos por sus propios compañeros, se encargan a diario de que los conflictos en el aula se resuelvan de forma dialogada. Lo más habitual: insultos y malentendidos. Hacerles frente evitará que deriven en palabras mayores.

Elisa, Myriam y Carlota van uniformadas como el resto de sus compañeros. Sólo una pulsera en la muñeca que lucen con orgullo les identifica como mediadoras. Son algunas de los 12 voluntarios elegidos este año para poner orden y, sobre todo, sentido común, entre los adolescentes de 1º a 4º de la ESO: chavales de entre 12 y 15 años que viven con intensidad su paso a la vida adulta.

A veces la intensidad se descontrola, y para eso están ellas. Observan, escuchan y entran en acción. Se les ha formado en mediación, habilidades sociales y herramientas de negociación.  Si el conflicto no se resuelve con su intervención, elevan el problema al Departamento de Orientación y a la Dirección del colegio.

Cristina Molinero, responsable de Orientación, fue alumna de María José Díaz-Aguado, catedrática de Psicología Preventiva en la Universidad Complutense y una de las voces más respetadas en España a la hora de hablar de acoso en las aulas. Licenciada en Psicología, Molinero se ha especializado en Orientación Educativa, Prevención de conductas de riesgo y Mediación escolar.

En cada clase hay dos mediadores (por si en algún conflicto puede estar implicado uno de ellos).

Elisa, de 3º de ESO, cuenta: “Lo más difícil son los malentendidos. Algunos no dan su brazo a torcer. Pero hablo con ellos, trato de calmarles y que lo razonen. Les damos alternativas”. “La mejor manera de resolverlo es hablando”, subraya. ¿Te lo agradecen?, le preguntamos. “De una manera u otra, están agradecidos”, responde con humildad.

Su compañera Myriam añade: “Entre chicos muchas veces se pican, discuten por un tropiezo y empiezan a sacar cosas. Les explicas que no lo han hecho a posta, tratas de que hablen entre ellos”. Ahora que está en 3º, le piden ayuda los de 1º cuando tienen peleas en el recreo o en el campo de fútbol. Son cosas menores, pero en Santa Gema saben que pueden llamar a las mayores para que les echen una mano.

Carlota, otra mediadora, pone el dedo en la yaga del acoso, en esos orígenes que pueden pasar inadvertidos. “Lo más normal es que una persona le hace una gracia a alguien y la otra persona no se lo toma a risa. Son bromas que no tienen gracia”, explica. “Te empiezas a reír de un compañero y, como ves que los demás te siguen, te vienes arriba y ya no sabes cómo parar”.

“Los niños te preguntan si poner un mote es acoso, si lo grave de un insulto es repetirlo varias veces, cuándo es ofensivo un mote”, explica la responsable de Orientación del centro. Son cuestiones que están en el Protocolo, que se aborda en las tutorías y es uno de los principales documentos para la formación de los mediadores.

Eficacia preventiva contra el acoso

“Saben que todos tienen que ayudar a las víctimas y apoyarles. Hacerlo visible. Es muy sutil y al profesor a veces le cuesta detectarlo”, explica Cristina Molinero. “Por eso es muy importante el papel de los mediadores como puente entre un posible caso y los profesores. El niño normalmente no quiere contarlo, pero le resultará más fácil hablarlo con un compañero”. En el colegio no han tenido casos precisamente por esa labor previa de prevención y detección precoz.

“Tenemos también un buzón para que cualquier alumno pueda denunciar su caso o el de un compañero. Activamos, con todo ello, mecanismos que permitan prevenir esas situaciones. Es mejor prevenir que curar”, advierte esta psicóloga.

La idea tradicional en los centros es resolver un conflicto aplicando el régimen interno: expulsión, castigo sin recreo… “Con este tipo de soluciones queda la herida, la frustración, el conflicto no está resuelto”, subraya la orientadora. “¿Cómo lo resolvemos aquí? Con la mediación. El tutor debe interiorizar este proceso e impulsarlo, ser el primer interesado en que funcione. Muchas veces es el propio tutor, cuando hay un problema en clase, el que dice: ‘Que venga el mediador’”.

Paradójicamente, el trabajo cooperativo que han introducido en el centro, con aulas donde se trabaja por ámbitos y con espacios abiertos, generan más oportunidades para el conflicto.

“Trabajan más en equipo; es un avance, pero, al mismo tiempo, es una metodología que genera más roces, más contacto. Ya no están sentados, quietos, delante de un profesor”, cuenta Molinero.

De ahí la importancia del trabajo conjunto entre el departamento pedagógico y el de orientación. Hay que educarles para trabajar en equipo y resolver los problemas propios de no estar solos y depender de otros compañeros para avanzar. Preparándose, en fin, para el mundo del trabajo.

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