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Sobre la conveniencia o no de integrar el móvil en las actividades académicas de secundaria y bachillerato

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El debate educativo se ha tensado sobremanera en los últimos tiempos. Uso de pantallas en el aula, empleo de Chat-GPT, implantación de metodologías activas de aprendizaje. Y las respuestas deben ser de polos. Si bien es cierto que existen aún grandes referentes de la educación que siguen resistiéndose a esta polarización y a mantener enconadas posiciones, cuanto más agrían unos el discurso, más se sienten provocados los otros.

Y nada, o casi nada, en educación, tiene certezas absolutas, recetas infalibles. Las variables en el aula son, no infinitas, pero sí lo suficientemente numerosas para poder postular simplismos o, mejor dicho, absolutismos como “esto funciona siempre” o “esto no funciona nunca”. No es objeto aquí enumerar todas las variables. Tan solo basta recordar unas cuantas para darse cuenta del complicado arte que es educar. Las personas, alumnos y profesor. Y no vale solo con cada alumno por separado (con sus variables específicas de conocimientos previos, nivel sociocultural, motivación, factores biológicos, …), sino qué sucede cuando diferentes perfiles de alumnos conforman un grupo.

Leire Nuere, directora del Instituto de Innovación en el Aprendizaje de la Universidad Francisco de Vitoria.

Cuanto más se estudian estas cuestiones (no me atrevería a decir que imposible hacer un estudio que contemple todas las variables porque lo desconozco y porque pienso que en no mucho tiempo la computación va a ser capaz de ayudarnos a sacar estos datos para nuestra interpretación), más prudente se vuelve uno.

Eso significa que ningún descubrimiento no deba tenerse en cuenta. Al contrario. Lo que quiere decir es que cada vez estamos más necesitados de abordajes más extensos e intensos. Y de ser conscientes de sus limitaciones, así como de sus posibilidades.

Los detractores acérrimos del uso de móviles en el aula, hacen bandera de noticias parciales y ciertamente sensacionalistas. Móviles no, en ningún caso, sin ningún matiz. Claramente esta no es la posición que defendemos desde la Universidad Francisco de Vitoria en conjunto. Somos muchas voces, todas con gran criterio. No siempre estamos de acuerdo pero sí coincidimos en una. Creemos fervientemente en el desarrollo integral de las personas. Y el ámbito digital es uno más de tantos. Nuestra responsabilidad es formar líderes en sus profesiones que transformen el mundo. Para ello no podemos aislarles del mismo. Esto es así con los alumnos universitarios, pero no porque sean más mayores o estén en otro nivel educativo, difiere mucho de lo que pensamos que deba suceder con los estudiantes de secundaria o de bachillerato. Es más, quizás es donde tiene más sentido que la integración de los móviles (o cualquier otra tecnología) se integre con sentido en el aula. Porque ahí es donde podrán fijar mejores hábitos en el camino de largo recorrido que supone aprender a aprender.

Tras más de 20 años dando clases en la universidad, el curso 2023-2024 es el primero en el que doy clase a un primer curso. El Grado en Ingeniería de Sistemas de Inteligencia Artificial me ha permitido comenzar una aventura retadora. Siempre pensaba, cuando daba clase a los alumnos de último curso de grado, que con solo un cuatrimestre no tenía tiempo (ni una sola profesora iba a conseguir el resultado de cambio pretendido) de cambiar su forma de abordar el aprendizaje. Ayudarles a transitar del resultadismo al gozo de aprender. Y solo aplicaba un cambio de metodología, sin dispositivos mediante. Ahora tengo una oportunidad de trabajar con ellos desde mucho antes para que, con suerte, el profesor que les imparta clase en último curso vea en ellos alumnos capaces, flexibles, ágiles, que se enfocarán en el resultado de aprendizaje, no en el medio. Y, de momento, los más jóvenes no decepcionan. Siempre se habla de ellos como una especie de “adictos” al móvil.

Y sí, pasan horas de más, seguro, pero solo una hora más al día que sus padres, según un informe de Digital Consumer by Generation. La sociedad tiene etiquetados a los jóvenes cuando, y de lo que llevo trabajado con ellos, su anhelo va mucho más allá. Si al joven le damos reto, trabajamos con ellos con rigor y dinamismo, con un buen ambiente en el aula, se olvidan del móvil. Si trabajamos bien la curiosidad del joven, que tiene una pureza y una fuerza sin igual, nos seguirá donde le guiemos. Si, en cambio, nuestras clases están poco trabajadas (y este es el verdadero debate que nadie quiere abordar, porque es más fácil irnos a discutir sobre el medio que sobre la raíz), y les permitimos el móvil en el aula, habremos perdido una ocasión sin igual para esa educación integral a la que me refería anteriormente.

Tenemos una llamada educativa que va mucho más de consideraciones puntuales de integrar móviles o no. Lo relevante, lo realmente crítico, está en cómo les educamos y les invitamos a generar hábitos. Si nosotros usamos el móvil, o los vídeos, o Chat-GPT, por mera moda o tendencia, sin atender al sentido último y profundo al que debe atender la aplicación en el aula de cualquier metodología, técnica o tecnología, los resultados serán pobres o muy cuestionables en su valoración (tanto si son positivos como si no).

Si hacemos uso de los móviles con verdadero sentido pedagógico, será como cualquier otra técnica, recurso o método. Y ahí sí que podremos hacer una valoración realista de lo que funciona y de lo que no, para poder mejorarlo, sabiendo que en raras ocasiones las primeras veces que ponemos en marcha algo funciona perfectamente. Tenemos que saber mejorar y dar tiempo a nuestras acciones e intervenciones educativas.

Y, todo ello, en consonancia con el desarrollo del resto de vertientes del alumno adolescente o joven. El trabajo en su autonomía, en sus funciones de autorregulación, no solo de aprendizaje sino de control de sus funciones, especialmente las de control de impulsos, regulación emocional y autoeficacia, por mencionar algunas que se han visto más afectadas por un uso desmedido y descontrolado de los dispositivos móviles.

Si realmente hay una estrategia de integración, y no solo de uso, bien pensada y diseñada, bien ejecutada en el aula, el móvil es solo una herramienta más. Distinguir el uso de ocio con el uso de aprendizaje, es una de las principales inversiones que todo docente debiera realizar.

Los alumnos esperan mucho más de nosotros. El cambio de paradigma educativo exige lo mejor de los docentes. Y doy fe que muchos de los profesores en centros de educación secundaria están en ello. El profesor vocacional, y conozco a muchos, no hace ruido ni aspavientos en medios. Entra en el aula y hace lo mejor para sus alumnos.

Sobre la autora: Leire Nuere, directora del Instituto de Innovación en el Aprendizaje de la Universidad Francisco de Vitoria.

 

 

 

 

 

 

 

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