El 46º Congreso de la Confederación Española de Centros de Enseñanza se celebra en Valencia mientras el Gobierno mantiene su intención de «eliminar la demanda social» en la programación de la enseñanza
Aunque el debate político copó parte del protagonismo, los más de 400 asistentes de toda España se reunieron para trabajar y aprender por la mejora de la educación en sus centros
Este un resumen de los tres días del congreso, que se celebró en Valencia
Si había un momento oportuno para mostrar la importancia de la enseñanza concertada era éste. El 46º congreso nacional de los colegios de CECE se celebró en pleno revuelo por la difusión pública de la propuesta detallada del Gobierno para modificar la LOMCE, que incluye la eliminación de la demanda social en la programación educativa. No había mejor altavoz para dar respuesta al Gobierno que el congreso celebrado en Valencia con más de 400 asistentes, procedentes de colegios de toda España.
Como gesto conciliador, acudió el secretario de Estado de Educación y FP, Alejandro Tiana, a prometer esfuerzos por acercar posiciones, aunque se mantuvieran algunas discrepancias, según reconoció.
Los colegios concertados (parte de ellos asociados a CECE) acogen al 25% del alumnado desde Infantil hasta Bachillerato y FP; y dentro de la enseñanza obligatoria, al 30%. Eso son unos 2,5 millones de escolares cuyas familias han elegido a voluntad el colegio al que van sus hijos. No se les puede despachar con una ley sin diálogo y con evidentes muestras de perjuicio.
El presidente de CECE, Alfonso Aguiló, y el de FECEVAL Alberto Villanueva, que ejercía de anfitrión en Valencia, se emplearon a fondo en argumentar ante el número 2 del Ministerio y ante la opinión pública que la presencia de la concertada ha sido y sigue siendo necesaria, que sus colegios garantizan pluralidad al sistema educativo y que su red se complementa con la pública sin conflicto alguno, además de salir más barata a los poderes públicos.
Pese a todo eso, recordaron los dos presidentes, los colegios concertados padecen el agravio, cuando no la asfixia, de una financiación pública insuficiente y, en ocasiones, la discriminación de su alumnado en el reparto de ayudas públicas. En ese sentido, en el congreso se habló de la creación, en CECE, de un observatorio de normativa educativa que sea ejemplo de dicho agravio.
Alfonso Aguiló despidió el congreso pidiendo a los poderes públicos que no hagan «trincheras» en educación y que den estabilidad y paz a los colegios concertados, para que puedan seguir trabajando y mejorando. Y a sus colegios les pidió eso mismo: ser mejores, porque «pese a los eslóganes políticos, la gente quiere una escuela mejor par sus hijos» y «si los colegios son mejores, no hay político que nos quite aulas», dijo Aguiló.
Estos mensajes iban implícitos en las conclusiones del congreso, que también incidía en otro asunto de actualidad política: el impulso de la universalización y la gratuidad en la escolarización de de 0 a 3 integrando en ella la amplia red de centros privados que ya existe, que es tan grande como la red pública, y garantizando la libre elección de centro a las familias.
El 0-3 también fue uno de los temas que abordaron los representantes de Ciudadanos (Marta Martín), PSOE (Guillermo Meijón) y PP (Óscar Clavell) en el debate político sobre la enseñanza concertada que se celebró el tercer y último día del congreso.
Al final, la reforma de la LOMCE, el debate político y la defensa de posiciones de políticos y colegios tuvieron su protagonismo, pero el congreso de CECE fue mucho más, pues ahí estaban los 400 congresistas asistiendo a talleres y conferencias, compartiendo ideas y aprendiendo de otros movidos por su interés en la mejora de sus proyectos educativos. Estaban ahí por la educación real, a pie de aula, y no por las leyes que se fraguan en despachos lejanos.
Ya sólo la clase magistral que dio Carmen Pellicer sobre las escuelas que aprenden, que cambian y crecen, compartiendo todo su conocimiento y su experiencia, justificaba con creces la asistencia al congreso.
También fue muy estimulante la conferencia inaugural de Javier Iriondo llamando a los educadores a enfocar, desde la educación, la construcción de personas emocionalmente fuertes, auténticas, capaces de reflexionar sobre su identidad y su existencia, de saber quiénes son, para poder enfrentar los problemas y tomar decisiones.
La ponencia de José Alfredo Pellicer sobre la atención a niños de altas capacidades; la charla de Juanjo Juárez, de la Fundación Bertelsmann, orientando hacia la especialización inteligente a los centros que imparten –o quieran impartir– FP y FP Dual; o el taller de Selina Martín, de CECE, sobre la participación del centro escolar en programas europeos, fueron otras de las aportaciones enriquecedoras que los directivos de colegios se llevaron de vuelta al colegio.
También supuso un estímulo la entrega de reconocimientos de CECE porque, detrás de cada entidad o persona reconocida, había una gran aportación a la sociedad. Por ejemplo, Ilunion, la organización empresarial con un 40% de trabajadores discapacitados; o Irene Villa; o la propia Carmen Pellicer, que salió a recoger su premio arropada por decenas de colegas de los colegios de Trilema en Valencia; o la Federación Deportiva Municipal Valenciana.
CECE también quiso hacer un reconocimiento a dos colectivos profesionales que siempre quedan a la sombra en educación: los inspectores y los pedagogos. La Unión Sindical de Inspectores de Educación, la Asociación de Inspectores de la Educación y el Colegio Oficial de Pedagogos y Psicopedagogos, fueron los galardonados. El acto tuvo lugar en un entorno privilegiado: el auditorio del Oceanogràfic de Valencia con su gigantesco acuario.
Y para terminar, un apunte de futuro: el 47º congreso se celebrará en Galicia.