El inspector jefe Manuel Alcaide es responsable de los planes de prevención de la Unidad de Participación Ciudadana de la Policía: un auténtico experto en acoso, violencia escolar y ciberbullying
(Esta entrevista se publicó en Actualidad Docente en diciembre de 2016.
Por su interés, la recuperamos en esta nueva etapa.)
La Policía Nacional, la Guardia Civil y las policías autonómicas llevan a cabo una labor cada vez más relevante de prevención y concienciación sobre el acoso escolar y el ciberbullying. Millones de niños han asistido a sus charlas y cursos en los colegios.
La Confederación Española de Centros de Enseñanza (CECE) y Escuelas Católicas (EC) se adhirieron en 2015 al Plan Director elaborado por la Policía Nacional. Centros públicos, privados y concertados se han beneficiado de esta colaboración y han aplicado las recomendaciones de las fuerzas de seguridad.
Hablamos con el inspector jefe Manuel Alcaide, responsable de los planes de prevención de la Unidad de Participación Ciudadana de la Policía, que intervino en el Congreso de CECE de 2016, celebrado en Bilbao.
P. El acoso está de nuevo sobre la mesa por una serie de casos que han impactado a la opinión pública ¿Su percepción es que han aumentado los casos o es un tema que tiene que ver más con la concienciación? En ese sentido, que la sociedad esté más alerta ¿ha hecho que los casos de acoso se investiguen de verdad y no se queden en nada o con el simple traslado de centro del niño acosado como ocurría en el pasado?
En nuestro quehacer diario, en la Policía Nacional hemos comprobado que, efectivamente, la mayor concienciación entre el propio alumnado, sus familias, las APAS y evidentemente, los miembros de la comunidad educativa está ayudando a que una realidad hasta hace poco casi oculta, haya aflorado a la luz pública con cierta fuerza y se haya puesto sobre el mismo un mayor interés social.
R. Aunque la irrupción de las nuevas tecnologías en nuestra sociedad ha hecho que este fenómeno alcance una nueva dimensión, al mismo tiempo hace que por el mayor conocimiento de la gravedad del fenómeno, la ciudadanía se atreva a afrontar los casos, pedir ayuda para solventarlos antes de que alcancen carácter delictivo y, si procede, llegar a denunciarlos cuando lo revistan. Policialmente entendemos que España está mejor preparada policialmente para afrontar el fenómeno que otros países europeos de nuestro entorno, y que el aumento de casos conocidos no es fruto de un mayor número de incidentes, sino que ahora que el fenómeno aflora con mayor facilidad, se presentan más denuncias que años atrás; aunque evidentemente, también la mayor especialización policial y conocimiento del fenómeno, está contribuyendo a su mejor acotación.
P. Hay muchos actores y agentes interviniendo para resolver este problema: los propios centros, las familias, las APAS, las fuerzas de seguridad, los servicios sociales, la fiscalía… ¿Quién coordina y cómo se establece el ámbito de actuación de cada uno? ¿Cuándo es el momento adecuado, por ejemplo, para que actúe la Policía?
R. Es cierto que una mayor coordinación de todos esos actores redundaría en una mayor eficacia en la erradicación o minimización de los efectos de este problema, y es una aspiración a la que no debemos renunciar. No obstante, esta coordinación se está presentando como complicada, ya que los esfuerzos provienen de ámbitos organizacionales complejos que evidentemente no comparten todos sus intereses. Por todo ello es tan importante no solo la elaboración de protocolos y planes estratégicos, sino incluso la armonización de los existentes y el seguimiento de su implementación; y este objetivo solo puede llevarse a cabo mediante la formación grupos de trabajo entre los distintos actores implicados que faciliten esa, no siempre fácil, coordinación.
La actuación de la Policía tiene dos vertientes, la preventiva plasmada en el Plan Director para la Convivencia y Mejora de la Seguridad en los Centros Educativos y sus Entornos, que nuestra estructura territorial de Participación Ciudadana ayuda a implementar para intentar mejorar previamente estos aspectos a fin evitar que tengan lugar sucesos de acoso; y por otro lado la vertiente represiva, plasmada en las actuaciones de investigación que la Policía Judicial debe ejecutar para esclarecer posibles hechos delictivos cuando existan indicios razonables de que efectivamente estamos ante ellos.
P. ¿Cómo valora la actuación de los propios centros en la prevención y denuncia de esos casos? Todos cuentan con protocolos de actuación y trabajan más en la prevención. ¿Se está notando esa mayor concienciación?
R. Los centros educativos, tanto públicos como privados o concertados, cada vez son más conscientes de que este tipo de conductas, en ocasiones evolucionan de meros problemas de convivencia iniciales a auténticos hechos delictivos encuadrables incluso, en su versión más grave, en la denominación de delitos de odio.
La concienciación sobre la gravedad de este fenómeno y el conocimiento de las responsabilidades que pueden acarrearles por omisión, ayudan a que los centros educativos sean actualmente los primeros interesados en que estos casos se investiguen y se esclarezcan, y en muchas ocasiones, son los propios centros escolares los que nos demandan apoyo para intentar actuaciones conjuntas.
P. El acoso escolar lo hemos vivido todos cuando éramos pequeños: niños y niñas a los que se menospreciaba por su aspecto, por llevar gafas o por sobrepeso. Lo veíamos como algo normal que debía resolverse dentro de la clase. Eso que en el fútbol llaman «lavar la ropa en el vestuario». Denunciar un caso es, o debería ser visto, como un acto de valentía y solidaridad. ¿Cómo evitamos la marca de ser «un chivato» dentro del cole, esa “ley del silencio”?
R. En las actividades que nuestros Delegados de Participación Ciudadana realizan, que sin acabar este año 2016 ya han superado las 26.500, la concienciación de los alumnos es una de las materias en que más se incide. Nuestra intención es que el papel de espectadores que algunos alumnos tienen en la pirámide del acoso escolar, que sin ser agresores contribuyen a legitimarlo con su silencio, bascule hacia el de testigos empoderados para apoyar al acosado, asumiendo mediante su denuncia, con una valentía públicamente reconocida, esa petición de ayuda que el acosado no se ve capaz de realizar.
En estas actividades, igualmente se hace llegar a las familias, a través de nuestras charlas, que deben inculcar y trabajar en sus hijos el concepto de la empatía y ayuda, y que no se debe mirar para otro lado cuando otro alumno, en ocasiones menor que ellos, está sufriendo un episodio de acoso entre iguales.