ACTUALIDAD DOCENTE

Información y reflexión sobre educación.

  Una publicación de

¿Integrar el móvil en las actividades académicas de Secundaria y Bachillerato o prohibirlo?

Google+ Pinterest LinkedIn Tumblr +

Por Antonio Milan Fitera. Director del Departamento de Educación de la Universidad CEU San Pablo.

Hay firmes defensores de los dos extremos. Y, en mi opinión, ambos son perjudiciales para el desarrollo integral de los alumnos. Con la llegada de la pandemia, los centros educativos se vieron obligados a introducir el uso del ordenador, la tablet o incluso el móvil para seguir las clases. En ese momento de urgencia no servían planteamientos pedagógicos, solo la necesidad de superar una situación urgente y grave. Se salvó, aunque no sin daños colaterales especialmente en los alumnos desfavorecidos, como se ha demostrado después en diversos estudios. Ahora, superado ese momento, se está replanteando su uso desde una reflexión pedagógica.

Los defensores de la prohibición total, aprovechando que varios países de nuestro entorno lo han prohibido en sus aulas, argumentan que no existe evidencia científica que muestre la utilidad de la tecnología en la educación. Y eso no es del todo cierto. Sí es verdad que las grandes empresas tecnológicas han financiado y financian estudios que hablan de sus bondades y que no son rigurosos, pero de ahí a generar un prejuicio negativo ante cualquier impacto positivo, hay mucha diferencia.

Muchas universidades llevan años analizando el impacto positivo (o negativo) de la tecnología educativa y no tienen financiación alguna de empresas tecnológicas. Para aplicar una evaluación formativa eficaz, por ejemplo, o para atender determinadas necesidades educativas especiales de alumnos con dificultades de aprendizaje, algunas herramientas tecnológicas se han comprobado eficaces. Pero hay que emplearla correctamente. De hecho, muchas de las conclusiones de estos estudios van en esta línea: encuentran beneficios, pero insisten en que las condiciones pedagógicas y didácticas determinan su efecto positivo o negativo.

Por ejemplo, si permito a los adolescentes usar el móvil o la tablet para la resolución de una actividad sin controlar su uso directo, probablemente no servirá. Pero si llevo al aula unas herramientas digitales (unas tablets, por ejemplo) que se usan solo para un momento concreto (una evaluación formativa en los últimos 10 minutos de clase, por ejemplo) y me aseguro que las condiciones de uso y conexión son las adecuadas, entonces probablemente sí será efectiva para ayudar al docente a implementar una verdadera evaluación formativa entre sus alumnos. Pero eso exige formación y preparación.

Como siempre, la clave está en la didáctica. Los científicos investigan sobre el impacto positivo de la tecnología en la educación. Pero somos los profesionales de la educación los que tenemos que acertar en el diseño del proceso de enseñanza y aprendizaje que permita implantar su uso específico de un modo eficaz.

Si en un centro educativo esto no se sabe hacer, soy partidario de prohibir el móvil y cualquier otra tecnología. Pero renuncio a dar esta batalla, porque nos estamos perdiendo sus muchas ventajas. Y además, sin darnos cuenta, estamos enviando un mensaje negativo a los alumnos sobre la utilidad de la herramienta que no favorece en nada su uso adecuado. Un móvil no es un juguete, ni una cámara de fotos. Puede resultar ser una herramienta de trabajo muy útil, si se sabe usar. Porque como en casi todo, el problema es el uso que se da, no la herramienta en sí.

En este debate entre tecnología y educación, defiendo una reflexión pedagógica que busque tres objetivos:

  1. Huir de los extremos radicales, que producen tensión y no facilitan para nada la educación equilibrada del alumnado.
  2. Focalizarnos en identificar las condiciones específicas en las que se favorece un impacto positivo del uso de la tecnología en la educación.
  3. Fomentar el trabajo conjunto entre familia y escuela, para que ambas vayan de la mano y busquen siempre el bien integral de los escolares.
Comparte.