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Mi profe escribe novelas

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Docencia y creación literaria fluyen por la misma vocación en ellos. Escriben, publican y son leídos; y en clase intentan que algunos alumnos se enganchen a la escritura
Te recomendamos una serie de lecturas de verano, todas ellas escritas por docentes. Puedes ir abriendo boca leyendo algunos pasajes seleccionados

 

Hay maestros y maestras, profesores y profesoras que por las noches, después de corregir los exámenes y las redacciones, o después de preparar la clase del día siguiente, se ponen a escribir historias, historias que luego serán publicadas y leídas por quién sabe quién, quién sabe dónde.

Duermen menos, pero sueñan más. Sueñan personajes, circunstancias, situaciones, problemas, intrigas, amores, dolores, penas y risas…

Y al día siguiente, a clase; a hablar a esos 30 niños y niñas (o más), de tal manera que a alguno o alguna se les contagie el gusto por leer y escribir, tal vez incluso la necesidad imperiosa que un día sintieron ellos y ellas en su infancia y adolescencia.

Su devoción lectora, primero, les llevó a escribir. Y de tanto escribir, acabaron publicando; y resulta que gustó, que les leyeron; y después de vino otra novela, otro poemario, otro cuento, otro ensayo. Y quieren más. Y les piden más…

Disfrutan tanto escribiendo como enseñando. No podrían prescindir de ninguna de las dos vocaciones. Las entienden casi como una sola.

Carmen Guaita, maestra del CEIP San Miguel (Madrid) y escritora.

“Escritura y docencia son dos formas de expresión, de comunicación, también de creación”, dice la maestra Carmen Guaita. “Las dos actividades me hacen profundamente feliz”, suspira la autora de Jilgueros en la Cabeza y Terrario, que es maestra en el CEIP San Miguel de Madrid.

Para Carmen, madre de dos hijos y biógrafa de Víctor Ullate, “lo contrario de la tristeza no es la felicidad, sino la creación” porque “cuando uno está creando, no destruyes”. Por eso, “crear hace feliz”. Por eso la escritura y la docencia se identifican y se sienten en el mismo sitio: “En las tripas, en el corazón”.

“Al final, el docente es un contador de historias”, sostiene Ismael Alonso, profesor de Lengua y Literatura y director del IES Villa de Valdemoro, en Valdemoro (Madrid). “En clase intentas dar un envoltorio atractivo a lo que quieres contar, también estás creando”, dice este docente, autor de Las Voces del Páramo y La Hija de la Lluvia entre otras novelas.

Ismael Alonso, profesor de Lengua y Literatura, y director, del IES Villa de Valdemoro (Valdemoro, Madrid). Y escritor.

En Ismael, la creación literaria y el magisterio también confluyen por la misma vía. De ahí este sentimiento que le sobreviene con una actividad y la otra: “Cuando estás creando es estupendo; como cuando das clase. Lo peor de escribir es cuando terminas y empiezan las correcciones; lo mismo que cuando acabas la clase y tienes que corregir ejercicios y exámenes”.

También sitúa en el mismo plano emocional “la sensación de vacío que queda cuando has terminado un libro y cuando has terminado el curso”.

Para Ismael Alonso, autor de varios poemarios premiados, escribir es “una necesidad”, como para Carmen. “Escribo para sobrevivir; si no, me volvería loco”, dice quien también es padre de dos hijas.

José Antonio Francés es profesor de Lengua y Literatura del Colegio Buen Pastor de Sevilla y escritor.

José Antonio Francés ha ejercido de periodista y de redactor de libros de texto. También es docente, como Carmen e Ismael. Da clase de Lengua y Literatura en el Colegio Buen Pastor de Sevilla, en Secundaria. Y tiene una veintena de libros a sus espaldas, la mayoría de literatura juvenil. De una forma u otra, lleva casi toda su vida contando historias, también en el aula, como los demás.

“Todo confluye en la docencia”, coincide. “No veo una frontera clara entre la creación literaria, la docencia, el periodismo, el teatro…” Porque también fue actor de teatro en su juventud. Todo son vías de expresión, como dice Carmen.

Como los demás, José Antonio, también padre de dos hijos, no puede prescindir de la creación literaria. “Me lo paso muy bien”, dice. Y es que tiene la facilidad de hacer reír con su escritura. Podemos comprobarlo en El laberinto de las nueve llaves, en La Familia Rimaldi, o en Repollos líricos, una disparatada sátira del sistema educativo.

En el caso de José Antonio, la conexión entre docencia y creación es más indivisible, pues crea sus historias con el fin de “enganchar a los niños a la Literatura”, que es lo mismo que persigue en sus clases. “Intento que tengan un contenido didáctico con una apariencia lúdica. De hecho, utiliza sus propios textos en el aula. La Familia Rimaldi (SM), por ejemplo, es un poemario divertidísimo que tiene un fin didáctico en sí mismo: contiene 35 tipos de estrofas diferentes y lleva adjunta una guía de estudio de todas ellas para el lector-alumno.

El salto a publicar

“Cuando uno es un lector apasionado desde pequeño, lo natural es escribir. Al principio, de adolescente, intentas imitar las lecturas que te gustan. Y pasa el tiempo. Y lees mucho. Lees mucho. Y sigues escribiendo. Y vas adquiriendo un estilo propio… Y lo de publicar acaba llegando. En mi caso, no es el destino de lo que escribo. Aunque no publicara, seguiría escribiendo”.Pero una cosa es escribir y otra publicar, y otra, publicar con asiduidad. Así explican su proceso personal dos de nuestros protagonistas:

“Yo de niña devoraba los libros. Me comunicaba poco. Y las cosas que me pasaban por dentro tenía que escribirlas. Empecé una colección de cuadernos y de hecho, los conservo. Tengo cientos de cuadernos escritos. Pero no podía imaginar que un día daría el paso a publicar. No tenía el interés de que me leyeran. Pero, como todo el mundo, tuve hadas madrinas; personas que aparecen en un momento dado y te cambian la vida. Uno fue un profesor que me encontré ya de mayor, siendo maestra. Me dijo: “Tienes que escribir un libro”. Y de repente, me vi capaz de escribir sobre educación. Escribí Los amigos de mis hijos. Y a ese libro le sucedieron otros. Y luego apareció Víctor Ullate. Reviví su vida y la escribí. Y a partir de ahí no he podido parar; he tenido más necesidad de escribir y escribir. Entiendo la novela como la vida de otro contada por ti”. De hecho, Carmen está inmersa ahora en una nueva novela, o en la creación de nuevas vidas.

Pescar, cultivar, “detectar” escritores

A nuestros tres protagonistas les ocurre lo mismo. En cada clase de chicos y chicas que pasa por ellos, echan su caña a pescar escritores, echan su semilla para cultivar lectores.

“Hago que mis alumnos se metan en la piel de escritores. Les pongo a escribir de todo: poemas, relatos, noticias, escritura creativa…” Y se presentan a todo tipo de certámenes que José Antonio busca por aquí y por allá. De hecho, han ganado varios. “Además, editamos nuestra propia colección de relatos hechos por los alumnos y los vendemos en la comunidad escolar”, cuenta con orgullo. “Es toda una experiencia para ellos. Al final, “la Literatura se convierte en algo activo, no pasivo”. “Si motivas al alumno, acaba sorprendiéndote”, afirma.

Lo mismo opina Carmen Guaita. Ella tiene una tradición al comenzar el curso: regala a cada a cada niño un cuaderno al que llama –llaman– “el cuaderno de escribir”. “Quiero que igual que me acompañó a mí de pequeña, el cuaderno de escribir les acompañe a ellos. Les digo que es para que escriban lo que quieran y que yo no lo voy a corregir. Y te sorprenden. Algunos a mitad de curso me piden otro porque ya lo han llenado”, cuenta plena de satisfacción. El cuaderno de escribir ha cumplido su misión.

Y luego, tiene otro reto. Es algo instintivo: “Detectar al escritor o la escritora que tenga en clase” y potenciarlos. Igual que hizo su maestra con ella cuando, de pequeña, le pedía que inventara letras para las canciones escolares.

Pero nunca se sabe. “Los resultados de la educación son tan a largo plazo…”, suspira Ismael. “Cada mes de junio, ves que todo ha pasado tan rápido y te preguntas: ¿habré dejado yo algo en estos chicos y chicas?”. “Y no puedes saberlo”, se responde a sí mismo. “En otros trabajos, el rendimiento es casi inmediato; aquí no, porque son personitas que se están haciendo”.


«Somos una plaga»

Ni Carmen ni Ismael ni José Antonio son una ‘rara avis’ de las aulas. «Somos una plaga», bromea Ismael Alonso cuando le preguntamos si conoce a más colegas que publiquen ficción o poesía. Entre ellos se conocen. Sin ir más lejos, Alonso nos presenta a José Luis Muñoz, su editor, que ha publicado poesía y es profesor técnico en Ciclos Formativos.

Muñoz es ingeniero de Telecomunicaciones y se dedica a la Literatura porque «una parte del cerebro está ocupada por la técnica, pero también hay que ocupar la otra, en este caso con la Literatura». Emprendió su propio sello editorial para nuevos talentos literarios cuando él mismo, como poeta, se dio cuenta de las dificultades que se encuentra todo escritor primerizo. El resultado fue Bohodón Ediciones, en la que asegura que han publicado sus obras muchos profesores y profesoras de Secundaria.

Ismael Alonso también nos pone sobre la pista de un concurso literario para profesores poetas que convoca cada año el IES Francisco Giner de los Ríos de Segovia.

Si nos vamos a buscar escritores en la Universidad, el número se multiplica. Si añadimos a los que escriben y publican ensayo, son legión. Pero aquí nos quedamos con los escriben novela o poesía. Porque es verano y las vacaciones nos piden emociones. Y en este momento también nos quedamos con los «profes» de escuela, que plantan todos los días su semilla literaria en tierras vírgenes.

En nuestra «antología de fragmentos» también hemos hecho un hueco a algunos libros infantiles escritos por maestros y docentes.

Y queremos conocer a más y darlos a conocer en siguientes entregas de recomendaciones. Si escribes y publicas novela, poesía, cuentos o teatro (también infantil y juvenil), contáctanos.

 

 

 

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