Tres directores nos cuentan los primeros días de clase en centros de Madrid, Comunidad Valenciana y Galicia desde diferentes enfoques: tres buenos ejemplos de que, pese a la dificultad, la educación lleva en su razón de ser el optimismo y la idea de un futuro mejor
Las líneas de colores en el suelo pasaron a formar parte del paisaje escolar y desaparecieron de él (o casi) los corrillos a la salida. Reencuentros sin besos ni abrazos, largas filas sin empujones, sonrisas ocultas tras las mascarillas y miradas que se intuyen expectantes, nerviosas, ilusionadas, desconfiadas, somnolientas…
La vuelta al cole, por fin, se hizo realidad. En plena segunda oleada de la pandemia y sin saber qué va a pasar mañana, la semana que viene, el mes que viene… o mañana mismo.
“Espera, que están entrando del recreo y hay mucho ruido”, dice José Luis Marrero, director del Colegio Arenales Carabanchel, nada más descolgar el teléfono el pasado 8 de septiembre, primer día de cole en Madrid. Hacía seis meses que un director de colegio no escuchaba ese ruido por los pasillos; ese jaleo llenándolo todo.
Todo ha salido bien el primer día: incluida la autorización de la Administración, a última hora de la tarde, para contratar a los profesores necesarios para los desdobles. Nervios hasta el último momento.
“Yo ya no pienso en trimestres. Vamos a ir semana a semana, con paciencia, con prudencia, atentos a si alguna medida de seguridad se revela ineficaz y hay que afinarla. Hemos de extremar las precauciones, pero también normalizar la vida sin saber qué va a pasar”.
Y tanto. Al cabo de 10 días, el Arenales Carabanchel ya tiene dos grupos confinados por PCR positiva en sendos niños.
Si a sus 1.200 alumnos y 120 trabajadores le sumamos las familias de unos y otros, “podemos decir que formamos una comunidad de 5.000 personas. ¿En qué municipio de 5.000 habitantes no se ha producido ningún contagio? En ninguno”, concluye el director con naturalidad.
Con la misma ilusión que el día 8, el 17 recibieron en las aulas a 4º, 5º y 6º de Primaria y 1º y 2º de ESO, aunque el colegio empezó a darles clase online desde el mismo día 8. En esos 9 días los horarios y pautas de entrada y salida ya habían cambiado, y el mismo protocolo de actuación de la Comunidad de Madrid para centros educativos también había registrado alguna modificación.
Así es el curso 20-21. Antes de comenzar el curso, en las reuniones telemáticas con las familias, el director del Arenales Carabanchel les pidió estar preparadas para los cambios frecuentes. “Ninguno somos expertos en gestionar pandemias y hay que dar tiempo a cada medida para ver si es eficaz o se puede mejorar”. En ese sentido, el comienzo escalonado “ha sido un acierto” y “ha facilitado que podamos evaluar y afinar las medidas de seguridad en los primeros días”.
Nos vamos a la Comunidad Valenciana. En el Colegio Marni, de Valencia, su directora, Ana Marín, bromea con los 8 kilómetros que su pulsera de actividad registró el primer día; la mayor parte de ellos haciendo pasillos y yendo de una punta a otra del enorme colegio. Aunque necesitaba cuatro docentes, la Generalitat le dio dos, pero asume que “es imposible hacer lo deseable”. “Todos querríamos tener el doble de todo, pero no puede ser y hay que seguir adelante”.
Las entradas y salidas han funcionado como un reloj. No ha habido caos. Como en el Arenales, han dado su fruto las reuniones telemáticas que dirección y tutores tuvieron con las familias de cada curso. Las familias ya iban aprendidas y todas colaboraron.
Ana se paró a escuchar el ruido del colegio, después de seis meses de silencio. “Se oye distinto, más bajito”. Ver a todos los niños con mascarilla también le impacta: “Te das cuenta de que sonríen aunque no les veas más que los ojos”.
La directora pone el acento en de estos primeros días en las emociones de los niños, en su adaptación a la nueva realidad y en la motivación hacia el aprendizaje que traen después de tanto tiempo. Por ejemplo, nos habla de la importancia del juego como vehículo de socialización: “Como ahora tenemos los patios parcelados y no pueden correr a sus anchas como antes, nos preguntamos si debíamos organizar juegos para que no se aburran y nos dijimos: ‘No. Que inventen; seguro que en una semana ya se han inventado varios juegos’”. Y así ha sido.
También Ana sabe que el panorama es susceptible de cambiar de un día para otro. De hecho, la segunda semana de clase ya tenían una clase de Primaria confinada por un caso. Pero le tranquiliza saber que está todo preparado para pasar de la educación presencial a la educación a distancia. De hecho, los alumnos de 3º y 4º ESO ya están en un régimen semipresencial, alternando días en clase y en casa, y conectándose desde el hogar con las clases del cole a través de Google Meet.
Mientras tanto, en Vigo, Javier Ojea, el director del Colegio Montesol se afana en estos primeros días por agilizar todo lo posible la llegada de los Chromebooks a las familias para que cada clase pueda construir, cuanto antes, su propio “ecosistema digital” en el que trabajar de manera cooperativa tanto en clase como en casa. El objetivo es que cada grupo sea digitalmente autónomo cuando llegue octubre y, en todo caso, cuando llegue un confinamiento. Por eso, el trabajo en el aula de estos primeros días también será en un entorno digital.
Javier es un firme convencido de que la educación online no debe implicar el aislamiento de cada alumno, la pérdida de la convivencia y del trabajo en equipo. En el Montesol ya llevaban tiempo gestando la transformación educativa y el Covid-19, lejos de pararla, la ha acelerado. “La pandemia nos obliga”, dice Javier antes de contarnos su proyecto de reinvención de las aulas para favorecer un aprendizaje más activo, cooperativo y conectado. Poco a poco, y pese a la pandemia, los espacios se irán transformando en espacios versátiles con diferentes áreas para pensar, debatir, diseñar, crear y compartir, de manera que favorezcan la adquisición de soft skills como el trabajo en equipo, la creatividad, la iniciativa y el pensamiento crítico. Pero antes que los espacios, la propia enseñanza ya ha comenzado a transformarse y este curso será clave para consolidarlo.
La pandemia no ha frenado la educación y en muchos casos ha impulsado su transformación. Arenales Carabanchel, Marni y Montesol son tres buenos ejemplos de que la educación lleva en su razón de ser el optimismo y la idea de un futuro mejor.