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Begoña Ladrón de Guevara: «Lo último que necesitamos ahora es el elemento distorsionador de una nueva ley y los cambios que conlleva»

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Una semana antes de que en Madrid se suspendieran las clases presenciales, la Confederación de Asociaciones de Padres COFAPA tuvo que aplazar un desayuno informativo que tenían programado con Alejandro Tiana como invitado. Los contagios de coronavirus que se iban conociendo llamaban a la prudencia. Aquel desayuno estaba llamado a centrarse en la LOMLOE y en las libertades constitucionales en educación, pero también en todos esos retos del sistema educativo que antes se contemplaban a medio plazo y que ahora son urgentes: redefinición curricular, competencia e infraestructura tecnológica, mejor capacitación del profesorado… Para Begoña Ladrón de Guevara, presidenta de COFAPA, estos meses sin clases presenciales han servido para hacer más visibles todos esos problemas que ya tenía la educación. Hablamos con esta doctora en Educación, miembro del Consejo Escolar del Estado, de cómo deben afrontar las familias la vuelta a las aulas, en especial el curso que viene, del importante papel que han demostrado tener padres y madres en la educación escolar de sus hijos, y del trámite parlamentario de la LOMLOE.

Pregunta.– ¿Cómo valoráis el modo en que se va anticipando y preparando la vuelta a las aulas? ¿Qué prioridades creéis que hay que atender?
Respuesta.– Vaya por delante lo que las autoridades sanitarias digan que hay que hacer. Pero nosotros apelamos a recuperar la normalidad escolar lo antes posible porque los niños necesitan volver a sus rutinas escolares y a socializar. Sobre todo es fundamental para los niños que se están quedando atrás porque la brecha se hace cada vez más grande. Y luego está el problema de la conciliación; si los padres tienen que reincorporarse a la normalidad laboral, los niños tienen que volver a la normalidad también.

P.– Pero esa “normalidad” no va a ser tal debido a las restricciones que se van conociendo: posibles horarios escalonados, posible reducción de grupos, asistencia con mascarilla… ¿Qué pedís a los planes de reincorporación a las aulas?
R.– Respecto a las medidas de higiene y distanciamiento, creo que no habrá problema. Los niños lo están viviendo ya en la calle y, salvo los más pequeños, son conscientes de las nuevas normas. Sobre la reducción de grupos, hay que analizar bien las posibilidades reales que tienen cada centro para hacerlo.

P.– ¿Ves viable la asistencia por turnos? Que vayan una semana sí y otra no; un día sí y otro no.
R.– Lo veo inviable, salvo que nos permitan teletrabajar a todos. Con los más pequeños es imposible. Y con los mayores, ¿qué hacemos? ¿Les vamos a dejar en casa solos con los dispositivos todo el día, presuponiendo que van a asistir a las clases online, que van a hacer las tareas y que van a estudiar? Si no hay más remedio, habrá que hacerlo, pero los problemas con las pantallas los vamos a ver a medio plazo. Ya hay médicos advirtiendo de las adicciones que se están generando. No debemos ser alarmistas, pero tampoco facilitar que haya cada vez más problemas en ese sentido. Para recuperar una vida normal debemos aprender a vivir con los virus, aprender y enseñar a tomar precauciones, y asumir que podemos enfermar. Este virus va a seguir ahí, y otros vendrán. Por otro lado, como país tenemos que incentivar la investigación para mejorar la respuesta global del sistema a esas amenazas. Meternos todos en casa en nuestra burbuja no es la mejor solución. Lo hemos hecho porque el drama ha sido repentino, pero ésa no puede ser la única respuesta que demos en adelante. De lo contrario, estaremos promoviendo que lleguemos a tener una generación de asociales.

P.– También esa normalidad exigirá una nueva responsabilidad de los padres y las empresas. Porque se está hablando de que debemos interiorizar unos patrones de chequeo de salud antes de salir de casa para no llevar a nuestros hijos al colegio si vemos que tosen o que no se encuentra bien. Hasta ahora, lo normal era darle el Dalsy y mandarle al cole para poder ir a trabajar.
R.– Sí. Tenemos que ser muy responsables y tomárnoslo muy en serio. Pero igual que los padres y madres, las empresas. Allí donde se ha visto que se puede teletrabajar, habría que hacer que, igual que un trabajador tiene unos días de asuntos propios que puede gastar a lo largo del año, también tenga ‘x’ días de teletrabajo. De esta manera, si un niño se te pone malo, puedes quedarte en casa con él sin faltar a tus obligaciones laborales. En ese cambio social que dicen que va a haber por el Covid-19, eso tiene que ponerse sobre la mesa. La vuelta a una presunta normalidad es una oportunidad de oro para colocar las cosas en su sitio: el trabajo y la dedicación a la familia.

P.– La Orden del Ministerio sobre la preparación de la vuelta a las aulas dice que los centros deben facilitar a todo su personal el material de protección y prevención necesario. En Cataluña hemos visto que la Administración no va a dar cobertura a los centros privados sostenidos con fondos públicos.
R.– Pediríamos que las medidas de protección sean para todos los profesionales por igual y todos los alumnos por igual independientemente del colegio en el que estén. Si la Administración obliga, debe ayudar.

P.– Teniendo en cuenta que la realidad de cada colegio es distinta, pero pensando en el derecho de los alumnos a tener la misma protección vayan al colegio que vayan, es usted partidaria de unas normas básicas generales y libertad de criterios para cumplirlas?, ¿o de dictar limitaciones y condiciones concretas de aforo, horario, etc, para todos?
R.– La situación provocada por el coronavirus está poniendo de manifiesto los problemas reales que tenía la educación. Entre ellos está la desigualdad entre comunidades autónomas: en el nivel de competencias, en las pruebas de evaluación, en los horarios, en becas y ayudas… Dicho esto, la autonomía de centro es clave en la situación actual. No hay dos centros iguales, y puede darse el caso de que la Administración le pida algo a un centro y no pueda llevarlo a cabo, pero sí pueda tomar otras medidas. Los centros pueden ser muy creativos cuando les dejamos. Por eso vería bien que Sanidad fije unas pautas mínimas y que cada centro se adapte a ellas como pueda. Y, si no puede, tendrá que ayudarlos.

P.– ¿Cómo debemos afrontar los padres la vuelta a las aulas? Ya hablamos antes de la responsabilidad de no llevarlos si se ponen malos.
R.– Yo pido a las familias confianza en su colegio. La relación entre la escuela y la familia tiene que estar basada en la confianza. Ahora bien, la confianza se la tiene que ganar el colegio. Una de las cosas que yo he pedido siempre a los colegios es transparencia, apertura, comunicación fluida. Esa confianza, esa transparencia y esa comunicación son más importantes ahora mismo que nunca. Durante tres meses los profesores han estado dando clase en nuestras casas y las familias han podido comprobar de primera mano la implicación de cada uno de ellos. Igual que las familias hemos visto las debilidades y fortalezas de nuestro colegio, nuestro colegio y sus profesores han visto las nuestras en nuestras casas. Nos conocemos ahora mejor que nunca. Y todos hemos comprobado que la educación y un colegio son mucho más que el aprendizaje de materias, exámenes y notas. Un colegio es una comunidad. Y pido a los padres que recuerden todo eso antes de lanzarse a criticar al colegio cuando vuelvan y que, si lo hacen, al menos no lo hagan delante de los niños. Guardemos el prestigio del profesor, por favor. Y de igual manera, pido a los docentes que guarden el prestigio de las familias, que se han volcado y se están volcando con labores que no les corresponden estos meses. Que el colegio tenga también muy clara la importancia que tiene la familia en el proceso y que de verdad nos creamos el vínculo familia-escuela. Aunque luego surjan problemas, si se generan los cauces necesarios entre unos y otros, los problemas se atajan. La gran enseñanza de estos tres meses es que hemos visto que nos necesitamos los unos a los otros. Cuando volvamos a la vida normal, no perdamos ese vínculo, esa unidad y esa confianza. Además, vamos a tener que trabajar juntos intensamente, sobre todo por los niños que se han ido quedando atrás. La colaboración entre familia y escuela va a seguir siendo necesaria para coser esa brecha que se ha ido abriendo en estos meses.

P.– La Orden que emitió el Ministerio para el final de curso permite a las comunidades autónomas asignar las funciones de las comisiones de escolarización «a la inspección educativa o a otra oficina administrativa». Esto ha supuesto un agravio para la escuela concertada y para las familias que quieren escolarizar a sus hijos en un colegio concertado. ¿Por qué?
R.– Porque supone eliminar la participación de la comunidad educativa con la falta de transparencia que eso supone.

P.– Aunque sólo afecte a una parte del alumnado, el acceso a la universidad este año es más incierto que nunca. Las familias de 2º de Bachillerato tienen un plus de preocupaciones. ¿Le parece que se ha resuelto bien la situación para garantizar la igualdad entre los alumnos sin ser injustos con los que sí se están preparando todo el temario?
R.– Tranquiliza saber que va a haber mayor optatividad en la EBAU porque eso significa que la prueba no va a desfavorecer a ningún alumno que no haya podido prepararse bien el tercer trimestre debido al Covid-19. También creo que una prueba así ayuda a todos, también a los que mejor lo llevan preparado. Pero no hay que dejar de hacer llamadas al esfuerzo para todos. Lo que me preocupa más es la desigualdad territorial ante el distrito universitario único, que ahora puede hacerse más visible que nunca.

P.– Y mientras tanto, en medio de la tormenta, la LOMLOE sigue su curso. COFAPA se suma a las peticiones de parte de la comunidad educativa de que se pare su tramitación parlamentaria mientras dure la crisis del Covid-19.
R.– El comienzo del curso 20-21 nos va a mostrar muchos problemas heredados de estos meses sin ir al colegio. Lo último que necesitamos ahora es un elemento distorsionador como es una nueva ley educativa y, mucho menos, los cambios que una ley conlleva en el sistema. El texto que hoy está sobre la mesa se hizo hace casi dos años, pero la sociedad no es la misma ni tiene los mismos problemas educativos. El curso que viene habrá que tomar muchas medidas provocadas por la situación que estamos viviendo y que seguramente tendrán que abocarnos a hacer una nueva ley. Pero no al revés. Yo pido a los partidos que esperen a tener un sosiego mucho mayor que el que tenemos ahora para hacer un replanteamiento de lo que necesitamos.

P.– Una de las cosas que ha puesto de manifiesto esta crisis es que la educación no es una isla, sino que está imbricada con el resto de la sociedad: las empresas y sus trabajadores, la transformación digital de las empresas y los colegios; y si hablamos de inversión en infraestructuras o de becas para la universidad, dependemos de Hacienda y de los ingresos del Estado y las CCAA.
R.– Efectivamente, dependemos todos de todos de una manera muy compleja. Así que pido que nos quitemos la boina y pensamos juntos qué es lo mejor para la educación, qué es lo que necesitan los niños ahora, y veamos cómo solucionarlo. Hay que ser posibilistas y pensar con sentido común lo que es viable hacer en 2020. La educación es a largo plazo, sí, pero ahora hay muchas cosas que resolver a corto plazo y que interfieren en muchos ámbitos.

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