En tiempos de cambio acelerado y desafíos educativos profundos, la formación del carácter emerge como una prioridad urgente en escuelas y comunidades. No basta con enseñar contenidos; es necesario formar personas íntegras, con sentido, propósito y capacidad de contribuir al bien común. Pero, ¿cómo se logra esto de manera real y sostenible? ¿Qué rol juega el liderazgo educativo en esta transformación?
Para profundizar en estas preguntas, conversamos con los dos codirectores de Become Juan P. Dabdoub, Scholar Affiliate del Center for Character and Citizenship de la Universidad de Missouri-St Louis y Secretario de la Association for Moral Education, y con Aitor R. Salaverría, miembro del Grupo Educación, Ciudadanía y Carácter de la Universidad de Navarra y promotor, consultor y director de centros residenciales universitarios con propósito educativo. Ambos lideran programas formativos dirigidos a docentes y directivos en distintos países, y comparten una visión común: el liderazgo educativo no solo gestiona, sino que inspira y moldea culturas donde florece el carácter.
En esta entrevista conjunta, exploramos cómo el liderazgo puede rediseñar lo ordinario para formar comunidades escolares que ayudan a crecer en identidad, integridad y bienestar. Una conversación imprescindible para todos los que creen que educar el carácter no es una tarea más, sino la más importante.
¿Por qué es importante hablar hoy de “educación del carácter”?
Esta es una de las preguntas que más nos hacen: ¿de verdad hace falta apostar ahora por la educación del carácter? ¿No tenemos ya bastante con lo que se hace en los colegios? Ante este tipo de planteamientos, solemos responder que quizá la pregunta no está bien formulada. No se trata de decidir si educamos o no el carácter, sino de reconocer que ya lo estamos haciendo, lo queramos o no. Toda escuela, de forma consciente o inconsciente, influye en el carácter de sus estudiantes. Ya Aristóteles, hace más de dos milenios, advertía que la sola presencia de los adultos moldea a los jóvenes; cuánto más si hablamos de una relación diaria y duradera como la que se da entre docentes y alumnos. Como afirma Marvin Berkowitz, simplemente no se puede no educar el carácter.
Por eso, nuestra intención no es convencer a los centros de que incorporen algo nuevo, sino ayudarles a tomar conciencia de lo que ya sucede y animarles a hacerlo con intención y sentido. A partir de esa toma de conciencia, proponemos revisar las prácticas cotidianas y preguntarnos: ¿esto que ya hacemos está ayudando realmente al desarrollo integral de nuestros estudiantes? ¿Podríamos hacerlo de un modo más coherente con los valores que deseamos cultivar?
Habláis de “rediseñar lo ordinario” en lugar de añadir más cosas. ¿Qué significa eso exactamente?
Antes de responder directamente, creemos que es importante aclarar una idea central: las condiciones para una buena educación del carácter coinciden con las condiciones para una buena educación, en general. No estamos hablando de añadir un nuevo enfoque o cargar con una moda pedagógica más. Muchas corrientes recientes —educación socioemocional, personalizada, moral, del carácter, desarrollo positivo de la juventud— no son sino recordatorios de algo esencial que la educación no puede perder: que educamos a personas, con cuerpo, emociones, conciencia moral y un anhelo de sentido. No se puede hacer bien la educación sin tener en cuenta todas estas dimensiones. Así que más que sumar cosas, queremos ayudar a devolver a la educación su noble y original sentido.
Los estudios sugieren que lo más relevante a la hora de promover el desarrollo integral de los estudiantes es la cultura del centro. Los colegios suelen presentarnos un elenco de iniciativas con las que quieren promover el crecimiento de sus estudiantes como el aprendizaje-servicio, el collaborative learning, las clases sobre las virtudes, programas de grandes libros, las tutorías individualizadas o actividades de mindfulness, entre otras. Nosotros tratamos de ayudarles a ver que lo que realmente está ‘dando forma’ a los estudiantes es la vida ordinaria del centro que, de modo cotidiano, va incidiendo en su desarrollo. Más que pensar en ‘hacer cosas’ para promover el desarrollo del carácter, se trataría de ver cómo somos y cómo hacemos las cosas que ya hacemos: cuáles son nuestras prioridades, qué tipo de relaciones se generan en el centro, cuáles son las motivaciones que nos mueven, o qué nivel de implicación existe por parte de alumnos y profesores.
Ahora bien, no basta con tomar conciencia de que lo ordinario educa. Lo cierto es que hay un cierto diseño que facilita el crecimiento de las personas, otro que simplemente lo permite, y también diseños que lo dificultan o incluso lo impiden. La manera en que organizamos los tiempos, los espacios, los roles, las motivaciones, las expectativas o las normas tiene un impacto profundo en la cultura que vivimos. Por eso insistimos en la necesidad de rediseñar de forma estratégica. No se trata solo de tener buenas intenciones, sino de contar con una estructura a nuestro servicio que nos ayude a integrar quiénes somos con nuestra labor cotidiana y con los fines educativos de cada comunidad.
El mejor marco que hemos encontrado para orientar este rediseño es el modelo PRIMED, desarrollado por Marvin Berkowitz en el Center for Character and Citizenship de la Universidad de Missouri-St. Louis. Se trata de un acrónimo de seis principios que recogen, de forma estructurada y práctica, más de tres décadas de estudios, metaanálisis y revisiones sistemáticas sobre educación del carácter efectiva. Estos principios —Priorización, Relaciones, Motivación Intrínseca, Modelado, Empoderamiento y Pedagogía del Desarrollo— no son recetas ni estrategias cerradas, sino recordatorios de lo que debemos tener presente a la hora de diseñar cualquier programa, práctica o estrategia en el centro educativo si queremos ayudar a las personas a crecer.
Lo distintivo del modelo PRIMED es que no propone añadir actividades extraordinarias, sino repensar lo ordinario. La vida cotidiana del colegio: las clases de matemáticas, los recreos, los proyectos de ciencias, los eventos deportivos, las reuniones de familias, la disciplina, las celebraciones… Todo eso ya está configurando el carácter de quienes lo viven, lo busquemos intencionadamente o no. Por eso, nos preguntamos: ¿cómo podemos rediseñar ese 95% de la vida escolar para que promueva intencionadamente el crecimiento de las personas? Creemos que esto es más significativo para ayudar a los estudiantes a crecer que centrarnos en un 5% (o menos) de actividades extraordinarias: proyectos de servicio comunitario, clases sobre virtudes, sistema de tutorías individualizadas, etc. Si el 95% de lo que ocurre en el colegio no nos ayuda a crecer como personas, lo que hagamos en el 5% no va a tener mucha repercusión.
¿Qué papel tiene el liderazgo en todo esto?
Como afirmaba Paul Houston, creemos que ‘los colegios están perfectamente diseñados para los resultados que estamos obteniendo. Si no nos gustan los resultados, tenemos que rediseñar los colegios’. En este sentido, promover el desarrollo integral de las personas dentro de las instituciones requiere un rediseño de los elementos ordinarios que conforman su existencia y dinámicas cotidianas. Este rediseño debe priorizar a la persona en su quehacer y razón de ser, por encima de los resultados, la utilidad o la productividad.
Nos centramos en los líderes cuando comenzamos a colaborar en un centro educativo porque son los que tienen en su mano la toma de decisiones que inciden de un modo significativo en la cultura de la comunidad escolar. Decisiones que, muchas veces, vienen precedidas de un cambio personal. La labor que realizan los docentes para promover el crecimiento de las personas es insustituible, pero decidimos comenzar por los líderes por motivos estratégicos. Si no se cuenta con una buena cultura, es poco probable que los esfuerzos de los docentes puedan dar fruto.
Y un punto clave en este sentido es que el líder o el equipo directivo haga el examen necesario para ver si ellos son el carácter que les gustaría ver en los profesores, estudiantes y familias de su colegio. Solemos ver como los directivos atribuyen a un problema de comunicación su incapacidad de hacer que los profesionales del centro, los estudiantes y sus familias se impliquen en sacar adelante el proyecto del colegio. A muchos de ellos les hace pensar mucho la frase de Ralph W. Emerson: ‘Tus acciones hablan tan alto, que no puedo escuchar lo que dices.’ Hay que empezar este cambio cultural desde los líderes porque el clima no va a depender tanto de qué hacen sino de cómo son.
¿Cuáles son los principios clave en este rediseño educativo?
Nuestra propuesta se articula en torno al modelo PRIMED, desarrollado por Marvin Berkowitz. PRIMED es un acrónimo que resume seis principios de diseño escolar validados por la investigación científica:
- Priorización: La educación del carácter debe figurar como prioridad real en la visión, la misión y las decisiones estratégicas del centro y de los miembros de su comunidad.
- Relaciones: Una comunidad educativa sólo puede formar personas íntegras si cuida intencionalmente las relaciones entre todos sus miembros.
- Motivación intrínseca: El desarrollo del carácter se sostiene cuando las personas actúan por convicción, no por miedo, castigo o recompensa.
- Modeling: Los adultos son el principal referente. No podemos formar en el respeto si no nos respetamos; no podemos pedir compromiso si no lo encarnamos.
- Empoderamiento: Toda persona de la comunidad debe sentirse escuchada, tenida en cuenta, capaz de influir positivamente en su entorno.
- Pedagogía del desarrollo: Educar el carácter exige comprender el desarrollo humano y acompañarlo con pedagogía adecuada, sin atajos ni recetas.
Estos principios no son una receta cerrada o unas prácticas específicas, sino una guía para rediseñar desde dentro lo que ya existe en los centros: las clases, las reuniones, el recreo, las decisiones, las evaluaciones… No se trata de añadir un programa de carácter, sino de impregnar con estos principios la vida que compartimos en un centro educativo.
¿Qué cambios habéis visto en las escuelas que aplican este enfoque?
Llevamos varios años trabajando con escuelas de diferentes países y contextos, y observamos un patrón común: el cambio cultural profundo requiere tiempo, pero es posible. Inspirados por la experiencia del Center for Character and Citizenship, que ha acompañado a más de 1.000 directores desde 1998, sabemos que una transformación real de la cultura escolar suele requerir una media de 5 años de trabajo sostenido.
El primer fruto que vemos en muchos centros es que participar en los programas les devuelve la esperanza. Muchos llevan años intentando de modo muy esforzado dar lo mejor de sí en el empeño por contribuir a la formación de los estudiantes pero han terminado cansados ante la percepción de que los trabajos que han realizado no han dado el fruto esperado. Al caer en la cuenta de que la educación del carácter puede plantearse desde otra perspectiva, una que se centra más en cómo somos y menos en qué hacemos, ven que, aunque el reto no es menor, vuelve a estar en su mano la posibilidad de que las cosas mejoren.
Los primeros signos de cambio en el colegio suelen darse en la forma de liderar. Las relaciones se hacen más cercanas, el clima mejora, se comparte más el diagnóstico y se buscan soluciones colaborativas. En algunas escuelas de México, por ejemplo, hemos visto cómo el equipo directivo pasaba de imponer decisiones a facilitar procesos participativos. También disminuye el absentismo, mejora la implicación del profesorado y se recupera el sentido de propósito.
Un caso especialmente llamativo es el de Kristen Pelster, directora de una escuela secundaria en la ciudad de St. Louis. Cuando comenzó el programa, su centro estaba entre los diez peores de todo el estado de Missouri. Siete años después, esa misma escuela fue reconocida como una de las diez mejores del estado y designada National School of Character. No hubo milagros, solo un cambio profundo de cultura impulsado desde el liderazgo.
Finalmente, ¿qué le diríais a un director o maestro que quiere empezar pero se siente abrumado?
Lo primero que le diríamos es: no estás solo. Sentirse abrumado ante la magnitud de los desafíos educativos es normal, especialmente cuando uno intuye que hace falta un cambio profundo. Pero también creemos que no hace falta tener todo resuelto para comenzar. Basta con dar un primer paso y hacerlo en compañía de otros.
Algunos piensan que un curso o un programa aislado van a transformar un colegio, una ciudad o una región. Nosotros no lo creemos. En cambio, consideramos que lo verdaderamente transformador es formar parte de una comunidad de práctica de líderes que colaboran, se inspiran mutuamente y se ayudan a rediseñar con intención y sentido sus comunidades educativas. Cuando los directores y docentes dejan de cargar solos con el peso del cambio y se ponen al servicio unos de otros, se abre paso una auténtica renovación.
Por eso, si alguien quiere comenzar y no sabe cómo, le proponemos empezar por sumarse a una comunidad como esta. En nuestro caso, esa puerta de entrada la ofrecemos con dos programas: el Instituto PRIMED y vLACE, ambos desarrollados por Marvin Berkowitz y Melinda Bier en el Center for Character and Citizenship de la Universidad de Missouri-St. Louis, y que hoy implementamos de modo presencial en español e inglés con líderes de más de 20 países en los cinco continentes. También contamos con el Programa Collegium, dirigido a líderes de centros universitarios residenciales que quieren promover el desarrollo del carácter de sus estudiantes.
En los últimos años, lo más valioso que hemos visto no ha sido solo el contenido de los programas, sino lo que ocurre después: la necesidad que sienten muchos de seguir en comunidad, de acompañarse en ese viaje de largo recorrido que implica rediseñar un colegio para generar una cultura que nos ayude a crecer. Quienes han vivido esta experiencia suelen decirnos que ya no pueden —ni quieren— volver a liderar de otra manera.
Así que, a quien quiera empezar y se sienta desbordado, le diríamos: no des el paso en solitario. Busca una comunidad, comparte tu inquietud, y comienza por lo que está a tu alcance. A veces, lo más transformador no es hacer algo nuevo, sino empezar a ver lo que ya haces con una mirada distinta.
Autores
Juan P. Dabdoub
Juan P. Dabdoub es codirector de Become (be-come.org) y profesor asociado de la Universidad Internacional de la Rioja. También es Secretario de la Association for Moral Education, Scholar Affiliate del Center for Character and Citizenship de la University of Missouri-St. Louis, y miembro del Grupo de Educación, Ciudadanía y Carácter de la Universidad de Navarra. Sus líneas de investigación se centran en la teoría y práctica de la educación del carácter, el liderazgo educativo y el diseño, implementación y evaluación de intervenciones que promueven el desarrollo del carácter.
Aitor R. Salaverría
Aitor R. Salaverría es codirector en Become (be-come.org) y doctorando en la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra, donde obtuvo el Máster en Globalización y Derecho de la Integración Social en 2011. Su investigación se centra en estudiar cómo promover el desarrollo del carácter en contextos universitarios. Colabora estrechamente con el Grupo de Educación, Ciudadanía y Carácter de la Universidad de Navarra. Es director y consultor de Colegios Mayores desde 2011.