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Graham Powell: «Necesitamos un consenso internacional sobre educación para el futuro»

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Graham Powell lleva 40 años vinculado a la educación, primero como docente y como inspector en su país, Reino Unido; después como investigador y como asesor de colegios y universidades de diferentes países. Su trabajo de investigación y divulgación parte de su inquietud por saber cómo aprenden niños y adolescentes y cómo trasladar a la escuela todo el conocimiento que se va generando al respecto. Junto a Guy Claxton y otros, Powell es uno de los impulsores del conocido enfoque Building Learning Power, que ha plasmado en diversas publicaciones; la última ‘Powering up students’ (2019). Preocupado por los objetivos cortoplacistas de los gobiernos en educación y por la falta de visión educativa respecto al futuro, Graham Powell asesora a escuelas de todo el mundo que quieren transformar su práctica educativa y potenciar habilidades cognitivas a menudo ausentes en los planes de estudios. Hablamos con él unos días antes de su visita a España para participar en el Congreso Eduthink 2019, organizado por la Fundación Urki y el Grupo Educativo COAS este 27 de junio en La Rioja. Powell compartirá cartel con el más popular Richard Gerver en una jornada en la que participarán más de 600 docentes de toda España y que está llamada a repensar la educación, más como una urgencia que como una posibilidad, que es, precisamente a lo que plantea Graham Powell en esta entrevista:

P. – ¿Cuáles son los focos de atención y de debate público sobre la educación que actualmente destacan en Reino Unido?
R.– Los cambios constantes en la política educativa que hacen los sucesivos gobiernos y la financiación insuficiente está introduciendo tensión en las escuelas y causando grandes problemas de retención docente [abandonan la profesión]. Además llevamos largo tiempo reclamando mayor autonomía para docentes y escuelas en general. El problema lo resumía muy bien Robert Preston en un libro reciente: «Lo que es profundamente dañino es que tengamos un sistema educativo enfocado, casi por completo, en obligar a los niños a obtener las mejores calificaciones posibles en exámenes que miden una serie de competencias que no son las adecuadas. Apenas se dedica atención y tiempo a la creatividad, el pensamiento flexible, la confianza, la la empatía, la capacidad de liderar y trabajar en equipo, y la capacidad de escuchar, observar y adaptarse”. Es un problema que ha sido identificado por profesores universitarios y muy bien descrito por Tim Birkhead, de la Universidad de Sheffield: “Lo más sorprendente de algunos estudiantes universitarios es su dependencia, su falta de iniciativa y su rechazo a pensar por sí mismos. Esperan a que se les diga todo lo que tienen que hacer a cada momento. Es como si la cultura de ‘alimentar con cuchara’ y ‘enseñar para el examen’ les hubiera privado de pensamiento independiente”.

P. – En los últimos 10 o 15 años se está extendiendo la preocupación (al menos en España) de que la escuela se queda atrás y no responde a los retos y necesidades de la sociedad. ¿Cuál cree usted que es la verdadera función de la escuela actualmente? ¿Qué debe garantizar al individuo y a la sociedad?
R.– Las próximas generaciones enfrentan severos desafíos con respecto al cambio climático, el daño ambiental, la migración masiva de personas y el aumento de la incertidumbre política. Necesitamos asegurar que nuestros sistemas educativos les preparan para responder de manera constructiva. Nuestros currículums y nuestra pedagogía necesita responder al futuro, a objetivos a largo plazo y no pensar en objetivos de corto plazo si queremos que el sistema educativo produzca ciudadanos globales preparados para un futuro incierto.

P.– ¿Los resultados de aprendizaje que alcanzan los alumnos en los sistemas educativos que tenemos no implican calidad de aprendizaje?
R.– No necesariamente. Necesitamos preparar a los jóvenes para que cuenten con unas habilidades básicas y sean funcionales en lectoescritura, pensamiento matemático y tecnológico, pero es necesario asegurar que desarrollan otros hábitos de pensamiento que les garanticen curiosidad y capacidad de aprendizaje durante toda la vida. La obsesión por los exámenes y las notas sólo es útil a los políticos, que quieren usar esos resultados para justificar sus políticas cortoplacistas y que sean reelegidos para seguir haciendo más de lo mismo.

P.– ¿Debemos poner la calidad del aprendizaje y la autonomía de aprendizaje en el centro del sistema educativo?
R.– Eso es lo que yo creo, y lo que estamos viendo en los trabajos de muchos colegas en diferentes lugares del mundo. Lo que nosotros llamamos «El enfoque del poder de aprendizaje» que promovemos es una forma de reunir toda la excelente investigación y la práctica ejemplar en el aula que se está llevando a cabo, en un modelo abierto y creativo para el aprendizaje y la enseñanza que creemos que preparará a todos los jóvenes para el futuro.

P.– ¿La calidad de aprendizaje es mayor cuanto mayor autonomía y responsabilidad se le da al estudiante sobre el aprendizaje?
R.– Eso es lo que nos dicen todas las investigaciones. En su libro ‘Aprendizaje Visible’, John Hattie resume 800 trabajos de investigación internacionales sobre qué favorece un aprendizaje efectivo en la escuela, y sus hallazgos lo dejan perfectamente claro: ‘Lo que importa es lo que hacen los alumnos. El objetivo es hacer que los estudiantes sean activos en el proceso de aprendizaje hasta que alcancen el nivel de llegar a ser sus propios profesores; es decir, que puedan buscar por sí mismos vías de aprendizaje, nuevos materiales, nuevas ideas, nuevos recursos que les lleven a establecer, por sí mismos, nuevos desafíos y nuevos objetivos.

P.– Estamos muy preocupados por que la escuela se adapte al ritmo de la sociedad y a sus rápidos cambios. ¿No debería ocuparse más de preservar las esencias del ser humano y desarrollar el potencial de cada individuo?
R.– Si te refieres a concentramos en desarrollar nuestro potencial para ser humanos más que nuestra capacidad para usar la tecnología, entonces tengo que estar de acuerdo. Es importante que los estudiantes utilicen esas herramientas y enfoques que se están desarrollando a un ritmo exponencial, pero es más importante para ellos poder discernir y decidir por sí mismos para que no se conviertan en esclavos de, por ejemplo, medios de comunicación.

P.– ¿Es posible motivar la curiosidad, la creatividad, la reflexión y el pensamiento crítico si la enseñanza básica no lo ha promovido antes? ¿No hay que empezar antes a poner unos buenos cimientos?
R.– En mi trabajo siempre he abordado ambos niveles, contando con docentes de Primaria y de Secundaria. Los mejores resultados, en términos de desarrollo de hábitos intelectuales, se producen cuando los niños han empezado a desarrollar esos hábitos en la edad temprana y han podido progresar en ellos a medida que crecen. Muchas escuelas con las que he trabajado han sentado las bases en los primeros años y han continuado desarrollando hábitos de aprendizaje a medida que los niños crecen, incluso construyendo vínculos con un colegio de Secundaria para poder mantener la coherencia de aprendizaje en las siguientes etapas. Pero empezar más tarde, cuando los alumnos son jóvenes, no significa que ya no puedan desarrollarse estos hábitos de pensamiento. Hemos visto cambios radicales en las disposiciones y hábitos de aprendizaje en estudiantes mayores cuando las escuelas han adoptado un enfoque coherente para el desarrollo de los hábitos de aprendizaje. Nunca es demasiado tarde para aprender a aprender.

P.– En este sentido, cuáles son los consejos que usted daría, por un lado, a un profesor de Primaria y, por otro, a uno de Secundaria.
R.– Un maestro de Primaria está con su clase todo el día y todos los días y puede construir hábitos coherentes a través de todas las áreas del currículum. Comienza simplemente presentando a los niños sus hábitos de aprendizaje (o músculos) y llama la atención sobre ellos y sobre cómo tú (el maestro) está ejercitando y estirando estos hábitos en diferentes momentos del día. Como profesor de Secundaria, puedes hacer cambios pedagógicos que permitan a los estudiantes ejercer una mayor responsabilidad, pero tendrá más impacto si esto es parte de un enfoque global de toda la escuela. Habla con otros maestros sobre lo que estás haciendo y cómo podrías complementar los enfoques de los demás. Coméntalo en la sala del profesores y haz que el equipo directivo se interese en lo que estás haciendo para que pueda extenderse a toda tu escuela.

P.– ¿Qué riesgos encaran los chicos y chicas de hoy que no tenían los de hace 20 años? ¿Y qué tienen ellos que no tuvo la anterior generación?
R.– Los avances tecnológicos pueden ser muy beneficiosos para ellos, pero también tienen un riesgo. Oímos con demasiada frecuencia sobre el estrés creciente de la gente joven como resultado de su interacción en las redes sociales y su necesidad de inmediatez en cuanto a la acción y el logro. Un enfoque obsesivo puede ser contraproducente. Es importante que la gente joven sea capaz de probar, asumir riesgos, equivocarse, mejorar, cambiar, vivir con la mente abierta… Plantearse hacer todo bien a la primera puede que no sea la respuesta más adecuada.

P.–¿Cree que el acceso masivo a la información está matando la curiosidad?
R.– Es probable que el fácil acceso a tener respuestas no deje tiempo para reflexionar. Es importante seguir haciendo preguntas y no sólo llegar a una respuesta simplista.

P.– ¿Las élites del futuro estarán integradas por quienes sean capaces de pensar ‘out of the box’? ¿Acaso también por los buenos comunicadores?
R.–
La creatividad y el pensamiento lateral serán esenciales en el futuro y deberíamos estar ayudando a todos los estudiantes a pensar de esa manera en nuestras aulas. La empatía es extremadamente importante también: ver las cosas desde el punto de vista de otra persona y ser capaz de acomodar a diversas opiniones para responder de manera persuasiva y decisiva nunca ha sido más necesario. Si yo fuera un director de colegio, el desarrollo de mentes abiertas y curiosas sería uno de mis objetivos clave.

P. – Usted ha asesorado a múltiples y muy diversas escuelas en la mejora del aprendizaje de sus alumnos. ¿Qué rasgos comunes ha encontrado en todas ellas?
R.– En muchas escuelas, los estudiantes son muy dependientes de sus profesores; esperan que ellos les provean las respuestas y las soluciones. Y los docentes suelen hacerlo porque trabajan con la presión de alcanzar unos resultados. Las escuelas con las que trabajo tienden a creer que eso no es suficiente y, por lo tanto, están dispuestas a adaptar sus estilos de enseñanza para obtener grandes resultados a la vez que desarrollan una mayor independencia y responsabilidad personal en sus alumnos.

P.– Usted fue inspector del sistema educativo en Reino Unido. En España la función del inspector educativo es garantizar que los colegios cumplen las normas sobre educación, pero aquí todos los docentes se quejan de un exceso de regulación normativa que reduce mucho el margen de maniobra de los colegios. ¿En su país las leyes fomentan la autonomía escolar?, ¿son flexibles? ¿Facilitan la innovación educativa?, ¿o la obstaculizan?
R.– Dejé de ser inspector escolar hace muchos años porque creía que mi trabajo no estaba apoyando a las escuelas para que aumentaran la capacidad de sus estudiantes para pensar y actuar de manera tan abierta y creativa como creo que sería deseable. Es importante hacer controles a las escuelas para asegurarse de que estén sirviendo bien a sus alumnos, pero el monitoreo excesivo frena la creatividad de los maestros y los líderes escolares. Si estás siempre mirando por encima del hombro, terminas teniendo una visión limitada de sus metas futuras respecto a los estudiantes.

P.– ¿Cuál cree que sería un buen sistema de rendición de cuentas para las escuelas?
R.–
Como la mayoría de las personas, yo soy mi crítico más severo. Dar a los individuos –ya sean maestros, directores o estudiantes– el espacio y la oportunidad de ser reflexivos y autoevaluados da enormes dividendos. Las culturas escolares con las que he trabajado que han desarrollado una cultura de entrenamiento reflexivo han mejorado enormemente. Por ejemplo, dar a los maestros la oportunidad de entrar en las clases de los demás y aprender unos de otros es muy beneficioso. La observación en el aula debe ser un derecho de desarrollo para todos los maestros y no una práctica de supervisión o de inspección de instancias superiores.

P.– ¿Cómo hacemos que la innovación educativa sea sostenible y mantenga sus efectos en el tiempo?
R.–
Aprendiendo de otras escuelas y otras culturas escolares, y compartiendo una visión a largo plazo para el futuro de nuestros hijos en lugar de un objetivo a corto plazo para los fines de nuestros políticos. Necesitamos tener un consenso internacional sobre la educación para el futuro, de la misma manera que lo hacemos para el cambio climático y el medio ambiente.


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