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Javier Santaolalla: «La curiosidad se ha infravalorado durante mucho tiempo y era un motor que estaba apagado en mucha gente»

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Nada mejor para arrancar un congreso dedicado a la transformación educativa (CECE/2019) que un científico que ha bajado de las alturas para explicar la ciencia al común de los mortales. Javier Santaolalla es ingeniero de Telecomunicaciones, doctor en Física de Partículas y trabajó en el CERN. Pero, sobre todo, se le conoce por su conexión de la ciencia más teórica con el mundo real. Tal vez, guiarnos en ese viaje sirva para aumentar la conciencia y la cultura científica, y para que aumenten las vocaciones científicas entre los jóvenes. Ésa es la fe de este científico, que dedica a ello cuatro canales de YouTube, destinados tanto a público especializado como a niños y niñas de Primaria y Secundaria. Y, además, imparte conferencias, interpreta monólogos humorísticos, escribe libros científicos que se entienden y es colaborador en diversos de medios de comunicación. Nadie como él responde a la pregunta: «Después del amor, ¿cuál es la fuerza más grande del Universo?» Su última creación, junto con la física Lucía García, es un canal de YouTube llamado La Vaca Esférica, dirigida a satisfacer la curiosidad de los más pequeños. Porque la Curiosidad es la madre de la Ciencia.

Pregunta.– Javier, te has hecho famoso con la divulgación científica. Se te conoce, sobre todo, por tus canales de YouTube, pero también por tus libros, tus monólogos en teatro y tus apariciones en medios. ¿El éxito radica en un interés por la ciencia no satisfecho?, ¿o es la manera de contarla la que suscita el interés?
Respuesta.– Las dos cosas suenan razonables. La curiosidad se ha infravalorado durante mucho tiempo y era un motor que estaba apagado en mucha gente. Con el trabajo que hago veo que muchas personas redescubren un montón de preguntas que habían dejado de hacerse. Es como poner en marcha algo que llevan dentro, y puede ser que un modo diferente de contar las cosas les conecte con algo que habían dejado de lado.

P.– ¿La ciencia ha estado alejada de la gente por falta de interés de la gente?, ¿o por falta de interés de la ciencia?
R.– Es cobarde decir que a la gente no le interesa la ciencia. Eso no lleva a ningún lado. Prefiero pensar que el mundo científico se ha dado cuenta de la importancia de que la gente se entere de las cosas que se están haciendo. Esto es un cambio social reciente y muy importante.

P.– Ahora se habla mucho de la ciencia porque faltan vocaciones científicas entre los jóvenes. ¿Es la falta de cultura científica la que está detrás de esa ausencia de interés por dedicarse a la ciencia?
R.– Es un factor importante. Yo muchas veces pregunto a personas que han estudiado ciencia por qué llegaron ahí y algunos dicen que fue por un profesor que le marcó, o porque su padre es ingeniero. Pero en muchos casos ha sido porque vieron un programa en televisión, o porque leyeron un libro; o sea que tuvieron acceso a una cultura general científica. Gran parte del interés de la gente que se acerca a la ciencia viene de ahí, sí.

P.– ¿Por qué los escolares de hoy deberían querer ser físicos o físicas?
R.– Por muchas razones. Es una carrera que te enseña a resolver problemas de todo tipo. Por esto está muy demandada en ámbitos profesionales no científicos, como en economía y finanzas. La Física te enseña a pensar y a buscar diferentes formas de encontrar de respuestas. Y eso es un activo que cualquier empresa busca. Además, vivimos en una sociedad tecnológica y la ciencia está en la base de la tecnología. El conocimiento genera aplicación y la aplicación requiere ese conocimiento que tiene el físico. La carrera de Física te forma como una persona para resolver problemas y en la sociedad actual hay muchos problemas relacionados con la Física. Por eso hay mucha demanda de físicos e ingenieros.

P.– Tú has trabajado en el CIEMAT, en el CERN, en la Agencia Espacial Europea… la élite de la Ciencia. Y te dedicas a la divulgación científica, que es el ‘patito feo’ de la Ciencia en España. ¿Por qué?
R.– Desde luego, no es por dinero (risas). Tampoco fue planeado. Fue un cambio progresivo y entraron muchos factores en juego. Uno es la elección personal por ideales. Yo fui víctima de una manera de entender la ciencia que me ha hecho sufrir. Me formé como ingeniero, no como físico, porque en mi escuela no me enseñaron Física, y mi educación científica en el colegio fue lamentable. Cuando me enfoco hacia la Física y descubro de verdad qué es la Física, siento frustración y veo que hay un vacío enorme entre lo que es la Ciencia y lo que se percibe, tanto socialmente como en las escuelas. Y siento que, igual que yo había sido un físico frustrado por no haber descubierto la Física antes, podía haber mucha gente igual que yo en las aulas; por eso pensé que podía aportar una solución. Creé una vocación y un trabajo pensando cómo había sido mi educación e intentado cambiar la percepción pública de la Ciencia. Ése es el motor principal: la transformación social. Luego vi que me parecía divertido, que me estaba sirviendo para conocerme a mí mismo, y descubrí que la comunicación es un mundo apasionante.

P.– Para la preocupación que existe sobre la falta de vocaciones científicas y la necesidad que hay de ellas, ¿no debería estimularse más la divulgación científica para todos los públicos, especialmente en niños y adolescentes?
R.– Me voy a echar a llorar de la emoción (risas). Efectivamente, mucho más. Hay muchas formas de hacer divulgación. El profesor de Universidad hace divulgación; el investigador también. Pero ser profesional de la divulgación es una carrera de obstáculos y un deporte de riesgo todo junto. No es una profesión reconocida. Cuando yo empecé, no había nadie. Había sólo periodistas que escribían de Ciencia, pero no científicos que hablen de Ciencia a la sociedad. En otros países sí existen figuras integradas en laboratorios o en universidades que ejercen de divulgadores con un sueldo. Pero eso en España no hay. La financiación pública que hay es por proyectos y es muy poca. Yo no he tenido ninguna. Al final, te vuelves un artista. Es curioso que te la juegues haciendo algo que es importante para la sociedad. Es arriesgado.

P.– De los tres canales de YouTube que tienes, el de nivel de conocimientos más avanzado es el que más visualizaciones tiene, muy por encima de tu canal personal, que es más divertido y cercano a cualquiera. Cuesta creerlo. Uno piensa que en internet triunfan más el entretenimiento que los contenidos sesudos y especializados, y en este caso no se cumple.
R.– Bueno, es que el canal de nivel más avanzado es el que más vídeos tiene, el más antiguo y al que más trabajo he dedicado. Lo que me sorprende es que el otro, el más superficial, que lo tengo medio abandonado, vaya tan bien. Pero, sí, es gratificante ver que hay tan gente interesada en saber cosas profundas, que no se conforma con rascar la superficie.

P.– Cuando vas a Latinoamérica, ¿es igual el público? ¿Interesan las mismas cosas que aquí?
R.– Las conferencias son las mismas, pero las adapto a realidades de allí; me informo, hago modificaciones y la gente agradece que seas cercano a sus preocupaciones o a lo que se habla en la calle. En cuanto a inquietud científica son bastante parecidos a nosotros. A lo mejor allí me hacen más preguntas espirituales relacionadas con la creencia en Dios como científico.

P.– ¿Haría falta un Javier Santaolalla en cada disciplina científica?
R.– Hay gente. No soy el único. En Matemáticas hay un chico que se llama Eduardo Sáenz de Cabezón que hace un trabajo excelente. En Biología y en Química los canales son más chiquititos, pero hay algo. Pero sí es verdad que hacen falta más científicos que hagan la ciencia más cercana para que la gente la perciba de forma diferente.

 

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