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Leopoldo Dito, presidente de UNEFA: “La Ley de FP nos viene como anillo al dedo a las EFAs”

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A finales de los años 60, el fundador del Opus Dei, José María Escriva de Balaguer, propuso a un grupo de profesionales la creación de centros formativos en el ámbito rural orientados a mejorar la cualificación de jóvenes agricultores en una época de diáspora a las grandes ciudades. Fue así como se replicó en España el modelo francés de las maisons familiares rurales y nacieron las Escuelas Familiares Agrarias. Las EFAs conforman hoy la mayor red de Formación Profesional rural que hay en España, con un modelo de formación en alternancia consolidado hace años que promueve el desarrollo profesional en el medio rural e impulsa la aplicación de los últimos avances tecnológicos en el campo, como el uso de drones y la robotización de procesos.

“Un modelo asociativo donde las propias personas del entorno, familias, instituciones, cooperativas y gente que quiere a su tierra se unen y ponen en marcha un centro para educar a sus hijos”, explica Leopoldo Dito, presidente de la Unión de Escuelas Familiares Agrarias (UNEFA), la federación que agrupa a las 24 que existen repartidas en siete comunidades autónomas españolas.

PREGUNTA.− ¿En qué se basa ese modelo de ‘alternancia’ característico de las Escuelas Familiares Rurales?
RESPUESTA.−
Es un modelo que ha sido confirmado y constatado en la nueva Ley de Formación Profesional, y que a nosotros nos viene como anillo al dedo porque nos suena a música ya oída. Nosotros siempre hemos hablado de alternancia porque el alumno de la EFA está constantemente alternando entre la escuela y la empresa. Estar en alternancia, para nosotros, es sinónimo de estar durante unas semanas en la explotación familiar, junto a un tutor, continuando el aprendizaje adquirido en el centro. Esto ocurre cuatro, cinco o seis veces al año, coincidiendo con los tiempos agrarios estacionales.

P.− ¿Qué otras peculiaridades formativas tienen las Escuelas Familiares Agrarias?
R.−
En el ámbito personal siempre se cuida la formación integral, el acompañamiento, el seguimiento de la personas en su proyecto vital profesional y personal. Y en el ámbito social, acompañar a los que quieran arraigarse en el sitio en el que vive para que generen ellos mismos su modus vivendi. Hay muchos antiguos alumnos que son alcaldes, concejales, emprendedores o directores de cooperativas. Siempre manteniendo los principios generales de identidad cristiana y excelencia profesional.

P.− En su origen, ¿cuál era el objetivo formativo de las Escuelas Familiares Agrarias?
R.−
Aportar conocimientos técnicos. Hoy tenemos muchas especialidades, pero entonces las EFAS estaban enfocadas a la agricultura. Tradicionalmente la formación pasaba de padres a hijos por obligación y el hijo aprendía lo que sabía su familia. Pero en nuestras escuelas había ingenieros agrónomos dando las clases, y los alumnos aprendían técnicas de regadío, de sembrado, el uso de maquinaria. Se hacía una formación profesional para actuar, para trabajar, pero con un enfoque de excelencia y de progreso.

P.− ¿Los centros públicos no ofrecían esa formación?
R.−
Sí que se ofrecía en escuelas de capacitación agraria, escuelas que normalmente pasaron a ser centros de formación agraria. Pero fueron centros que, perteneciendo entonces a la rama del Ministerio de Agricultura, pasaron al Ministerio de Educación, que adquirió la potestad de esa formación. Una de las cosas buenas de la nueva Ley de Formación Profesional es, precisamente, que integra los dos sistemas, el que tiene que ver con el ámbito educativo y el que tiene que ver con el ámbito económico de formación para el empleo. Los compatibiliza. Conseguimos centros integrados de formación profesional, donde se adquieren destrezas modularmente. Por ejemplo, permite que una cooperativa pueda formar a varios empleados puntualmente en el manejo de cosechadoras. Estos dos sistemas se integran en esta ley de forma muy satisfactoria.

P.− Actualmente, ¿qué diferencia a las Escuelas Familiares Agrarias de otros centros de Formación Profesional?
R.−
Hay una particularidad curiosa, y es que cuando nosotros ampliamos nuestras ofertas en otras especialidades que no son agrarias, seguimos con el mismo espíritu de la alternancia que aprendimos en Francia y practicamos aquí. Un sistema, autorizado por la administración e incluso subvencionado, que es propio y patentado, y que seguiremos haciendo. Aunque ahora, con la nueva ley, pasaremos a la dual avanzada, en la que el alumno va a la empresa a aprender pero cobra. Eso no lo hemos tenido hasta ahora.

P.−¿Hay conformidad con todo lo que contempla la nueva Ley de Formación Profesional?
R.−
La ley contempla todo lo que tenemos y no vamos a cambiar. Lo que no me gusta de la ley es que cuando llegó al Congreso tuvo un cambio, por exigencia de los socios de Gobierno, para que hasta que no se cubran las plazas públicas de Formación Profesional no se creen plazas de concierto, y esto nos puede hacer daño. Veremos hasta qué punto las autonomías lo llevan a cabo. Son pocas cosas las que nos pueden afectar negativamente. En general son todas muy positivas. Como la corresponsabilidad de la empresa en la formación de los alumnos, que es lo que siempre hemos pedido y es un gran reto. La empresa ahora se va a responsabilizar de que el estudiante aprenda, de pagarle, de que esté formándose, y no de prácticas. Y como ocurre en Alemania, que esos propios alumnos que aprenden en la empresa se acaben quedando en la empresa.

P.− ¿Es difícil que la administración escuche las demandas de centros ubicados en el medio rural?
R.−
Canalizamos nuestras cuestiones a través de CECE y el proceso ha sido muy transparente, lo cual es de agradecer a las instituciones públicas. Somos la mayor red de centros de Formación Profesional en el mundo rural que hay en España. Todas nuestra escuelas están en el medio rural y muchas en el medio que hoy se llama vaciado. Las instituciones públicas hablan del desarrollo del medio rural y de proteger a la España vaciada, así que supuestamente deberíamos estar bien posicionados. Veo movimientos concretos, sobre todo a nivel autonómico, en ese cuidado en la concesión de conciertos, de concesión de cursos de empleo, y veo que nos tienen más en cuenta que antes. Nosotros somos pequeños: la escuela más grande no pasará de 200 o 300 alumnos. Pero sí, nos están teniendo más en cuenta y seguramente nos tendrán en el futuro. Claro, todo esto deberá traducirse en dotaciones económicas.

P.− Las Escuelas Familiares Agrarias están dispersas en varias autonomías. ¿Funcionan también de manera autónoma?
R.−
En el aspecto social, político y geográfico las Escuelas Familiares Agrarias se arraigan mucho en el territorio, porque su objetivo es la promoción y desarrollo del las personas del medio rural en el lugar donde están instaladas. Pero tenemos los mismos principios en las 24 escuelas, y UNEFA se ocupa de mantener la unidad y el ideario, también de tener actividades de convivencia en las que vienen directores de toda España. Los principios fundacionales de la alternancia, el acompañamiento personal y el seguimiento permanente del proyecto de las personas, la prioridad en la economía verde, el compromiso de los docentes, son comunes. Son todos centros de Formación Profesional en los que se crean vínculos personales y se da formación integral, en los que hay identidad cristiana. Se cuida la educación humana. E intentamos mantener en todas las escuelas el espíritu de servicio, la orientación ética en tema de negocios, y el compromiso social y con los alumnos. Todo eso es común a todas las Escuelas Familiares Agrarias.

P.− ¿Cómo se adaptan las enseñanzas de las escuelas agrarias a las nuevas tecnologías?
R.−
Gracias a la formación online que ya tenemos desde hace tiempo hemos conseguido que tanto alumnos como profesores desarrollen destrezas digitales que, de otra manera, no tendrían o habrían adquirido más lentamente. En cualquier tipo de actividad está presente la tecnología. En agricultura, por ejemplo, estamos desarrollando muchísimo la formación en drones, y también las explotaciones robotizadas.

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