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Escuelas infantiles sin besos, pero seguras

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Escuelas infantiles de Andalucía y Comunidad Valenciana nos cuentan sus primeros días del curso: menos alumnos, pero padres concienciados y confiados

Este curso los besos están prohibidos en una etapa escolar en la que, habitualmente, siempre fueron parte del día a día. “Entre los 0 y los 3 años la educación es muy emocional y el contacto físico es fundamental”, explica Josefina Latorre, directora de las escuelas infantiles Recreo en Úbeda (Jaén) y vocal de CECE-Andalucía para los centros de Educación Infantil. Las profesoras y monitoras siguen cogiendo en brazos a los bebés, y a los no tan bebés se les sigue abrazando si necesitan consuelo, pero siempre con la barrera de la mascarilla y nunca cara contra cara. Y de besos, nada. “No se lleva bien porque este trabajo es muy vocacional y te sale solo, pero te tienes que contener”, dice Josefina.

Otra cosa insólita en las escuelas infantiles es la desaparición de juguetes para evitar que los chupen y vayan de mano en mano. Para contrarrestarlo, las monitoras tienen que emplearse a fondo con el juego dirigido. Adiós al socorrido juego libre con juguetes, a los rincones de cocinita y construcciones… A cambio, menos peleas.

Si “compartir” era una de las máximas de la enseñanza en los primeros años de la infancia, de repente los niños han de interiorizar que no se comparte nada. Es una de las nuevas normas que ilustran los pictogramas en la Escuela Infantil Girogeta, de Valencia. Como los de “no tocarse la cara” o “desinfectar el calzado y lavarse las manitas al entrar”, cuenta su directora Emi Peiró. En contra de lo que ha ocurrido con los juguetes, los materiales manipulativos para trabajar continúan, pero se recogen y son desinfectados tras cada uso individual.

Interior de la escuela infantil Giorgeta, de Valencia, con la señalética 'anti-Covid' correspondiente.

Interior de la escuela infantil Giorgeta, de Valencia, con la señalética ‘anti-Covid’ correspondiente.

Las medidas de prevención en las escuelas infantiles persiguen minimizar todo lo posible el intercambio de objetos. En Recreo, Josefina cuenta que cada niño tiene su trona para comer y su camita; los toboganes, las bicis y demás juguetes grandes del patio se desinfectan con un spray indicado para ello entre turno y turno. En el interior de las instalaciones llevan a cabo una desinfección con nebulización y se limpian los filtros de los aparatos de aire una vez a la semana. La ventilación es constante mientras no haga frío. Y el personal se cambia de ropa al entrar y al salir.

En Giorgeta, además, las profesoras llevan batas higienizantes con producto viricida para evitar que sean un foco de contagios, porque ¿cuántas veces tocará un niño la bata de su profesora al cabo del día?

Entre las profes, la relación es distante. Josefina cuenta que cada una se relaciona sólo con su grupo y entre ellas no se juntan para nada; menos aún en las salidas a patio, que son escalonadas para evitar el contacto entre niños de diferentes grupos. Por la misma razón, en la medida de lo posible se intenta evitar o minimizar el paso por zonas comunes. Lo ideal es que cada niño pueda entrar directamente a su clase desde el patio y desde el hall, y también que cada grupo coma en su clase. “Es una de las cosas que han llegado para quedarse”, señala.

Personal de una de las escuelas infantiles Recreo en Úbeda (Jaén).

Personal de una de las escuelas infantiles Recreo en Úbeda (Jaén).

¿Y qué pasa si un niño tiene mocos? A estas alturas ya los tendrá la mayoría… Los mocos no entran en las especificaciones de muchas administraciones, que advierten, sobre todo, contra la tos, la fiebre y la diarrea. En esos casos no deberían ir a “la guarde”, sino al médico.

Con la facilidad con la que los niños tan pequeños se contagian cada otoño, cabía esperar que muchas familias optarían por dejarlos en casa, pese a haber solicitado plaza el curso pasado y haberse matriculado en julio. Las escuelas consultadas constatan la caída de alumnado; en algunos casos hasta un 30% y sobre todo en las clases de los más pequeños.

En Andalucía, según datos de la Junta, la solicitud de plaza de nueva admisión en escuelas infantiles para este curso cayó un 19%, pasando de las 47.200 solicitudes para el curso pasado a las 38.400 presentadas para éste. La caída de la natalidad es una de las causas, según la vocal de Infantil de CECE-Andalucía; y el coronavirus ha hecho el resto. Al llegar julio, la matrícula del 0-3 llegó a los 77.676, 6.440 niños menos que el curso anterior (-8%). Pero entonces la pandemia parecía controlada y permitía cierto optimismo respecto a la vuelta en la cole.

Confianza, seguridad y normalidad

“Hay algunos indecisos que están esperando a ver qué pasa”, refiere Josefina. “Confío en que algo se recupere a lo largo del curso”. En cambio, aquellos que empezaron a llevar a sus hijos en la primera semana de septiembre, lo han hecho “con confianza”.

En Giorgeta, su directora coincide: “Los papás confían en nosotros y se quedan tranquilos cada mañana cuando nos traen a sus hijos”. Con cautela, Emi Peiró se declara contenta de ver la respuesta tan positiva de los padres y cree que, en gran parte, se debe al esfuerzo realizado desde marzo para mantener vivo el vínculo con las familias incluso en vacaciones.

“No les dejamos solos ni un solo día del confinamiento, hemos seguido el asesoramiento pedagógico todo este tiempo, también en verano, y desde mayo les hemos estado hablando de cómo habría de ser la vuelta”, cuenta la directora. “Todo ese trabajo se ha notado a la hora de volver; los niños vienen trabajados desde casa; y los que ya se conocían estaban entusiasmados y han tardado dos días en interiorizar de nuevo las rutinas y las nuevas normas”.

Los padres, por su parte, estaban muy concienciados con el cumplimiento de nuevas pautas, normas y horarios. “Es importante cumplirlos para que no haya cruce de niños de grupos distintos en ningún momento”, subraya la directora.

Pero la seguridad no sólo depende de la escuela. Tomás Gámiz, director de la escuela infantil Duduá, de Valencia, lo dice bien claro: “Las escuelas son sitios seguros. Nosotros nos esforzamos por dar seguridad y por que funcione la burbuja. Si las familias no la rompen, todo debería ir bien. El problema es que vayan tendiendo puentes con otros lugares y otras personas”.

La confianza de las familias es fundamental para la supervivencia de las escuelas infantiles después del ingente gasto que han tenido que hacer para abrir este curso. “Hemos hecho un gran esfuerzo por garantizar la seguridad y, de momento, todo está funcionando bien. Pero este nivel de gasto –sumado al descenso de ingresos– no puede mantenerse mucho tiempo”, advierte Tomás.

Ni en Recreo ni en Giorgeta ni en Duduá ha habido contagios en este primer mes de septiembre. Tomás incide en la necesidad de transmitir a la sociedad que los cierres de aulas no son la tendencia generalizada y que “la mayoría de aulas están funcionando, de momento, con normalidad”.

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