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La importancia de la enfermera escolar: «No me imagino el colegio sin ella»

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Cada vez hay mayor conciencia sobre la importancia de tener una enfermera en el colegio, pero son pocos los que dan el paso y ni las administraciones registran su número ni regulan su figura.
Hablamos con una de ellas para conocer su «no parar» diario en el colegio,  con el sindicato SATSE y con una empresa que ofrece servicios escolares de enfermería.

Encontramos a Andrea Martínez en su consulta del Colegio Arenales Carabanchel en los días previos al comienzo del curso. Está revisando la medicación de todos los alumnos que la tienen pautada diariamente o en caso de necesidad puntual. También contacta con sus familias para ponerse al día de su estado: alergias, asma, diabetes, epilepsia… Justo acaba de atender a la familia de una niña nueva que es diabética.

“Hay que dejar preparadas muchas cosas antes del primer día de clase porque, una vez empieza, ya es un no parar”, nos dice esta veterana de la enfermería escolar, tras 10 años en el colegio.

Incidencias leves hay todos los días, desde “me he cortado con un folio”, o “me ha saltado una gota de gel hidroalcohólico en los ojos”, hasta brechas, chichones, dolores de cabeza, dolores de tripa, erupciones cutáneas… A eso se suma la administración diaria de medicamentos pautados por el médico. Pero lo que antaño era algo sin importancia y hoy despierta todas las alarmas es la febrícula. En cuanto se detecta a un niño con más de 37,2, se le aísla, se llama a su familia para que venga a recogerlo y llevarlo al centro de salud, y se le administra un antitérmico si hay un consentimiento previo firmado.

Ahora, en pandemia, las familias están «concienciadas» y no envían a los niños al colegio con décimas. «Pero antes era muy común ver niños que venían de casa con fiebre de más de 38».

La especialista cree que su presencia en el colegio actuaba -y actúa- de barrera de contención: «Si traen al niño con fiebre, saben que van a tener que volver a por él». Y también hace tomar mayor conciencia sobre la salud a las familias: «Si te llama la enfermera, eres más receptivo y más consciente del estado del niño que si te llama un profesor o alguien de secretaría».

También reciben información más precisa: «Por ejemplo, me puede venir un niño con un exantema (erupción cutánea) y sé si puede ser vírico. En ese caso, pido a la familia que vengan a por él y aconsejo que lo lleven al médico».

Detección temprana

Su conocimiento y experiencia han servido para detectar problemas de vista, por ejemplo, a raíz de cefaleas frecuentes; sobre todo en Primaria. O síndrome de Pfapa, que cursa con brotes periódicos de febrícula. O casos de anemia en Secundaria.

Andrea registra todas las incidencias de cada día y pasa un informe semanal a cada tutor y a la dirección. El registro es clave para la detección temprana. Por otro lado, su ‘ojo clínico’ sirve también para distinguir la «cuentitis» en algunos dolores de cabeza o de tripa.

Liberar a los docentes

La tranquilidad que su presencia aporta a los profesores no tiene precio. «No me imagino un colegio sin enfermera», dicen.

«A los docentes se les atribuyen unas responsabilidades que no tienen», señala Andrea. No tienen por qué saber deducir lo que le pasa a un niño, si es más o menos importante, ni anotar la frecuencia con que le ocurre.

Incide en ello, desde que se creó en 2019, la Plataforma de Enfermera Escolar, integrada por el sindicato de Enfermería SATSE, el sindicato docente ANPE, la Federación Española de Diabetes y el Foro Español de Pacientes:

«La presencia de una enfermera liberaría a los docentes y otro personal de los centros de la responsabilidad que se les ha impuesto de proporcionar una atención sanitaria para la cual no están formados ni tienen competencias, con las posibles consecuencias que esto puede desencadenar para ellos mismos y para los niños, niñas y jóvenes», señalan en un comunicado emitido a comienzos de curso.

En el colegio Arenales Carabanchel, tanto el profesorado como las familias ven la importancia del trabajo cotidiano de Andrea, pero en cambio, «fuera del colegio, la gente cree que sólo curo heridas», se lamenta. «Es una figura que se valora sólo si se tiene», sostiene. «No tanto quien no la tiene».

Extraño para el tiempo que pasan los niños en el colegio; a veces, más que en casa con los padres.

«Decisiva» frente al Covid

Con la llegada del Covid-19, la figura de la enfermera ha pasado a tener aún más relevancia por la tranquilidad añadida que supone poner en sus manos a los niños que presentan síntomas compatibles con Covid-19, la comunicación con las familias, con los centros de salud y con las autoridades sanitarias, el registro, la gestión y el seguimiento de los casos…

El director del colegio Arenales Carabanchel, José Luis Marrero, no tiene más que reconocimientos para la labor Andrea y no se imagina cómo funcionaría el colegio sin ella, menos aún en pandemia.

Según la Plataforma Estatal de Enfermera Escolar, «la labor de la enfermera escolar fue decisiva el curso pasado a la hora de evitar y controlar el virus» en aquellos centros y territorios que contaban con ella. Andalucía -señalan- fue la única comunidad que apostó por esta figura, incorporando 400 enfermeras y enfermeros a los centros educativos.

En Valencia, la directora del colegio concertado Rivas-Luna, Elisea García Rivas, cuenta que implantar la figura de la enfermera en el colegio el curso pasado fue «esencial» para coordinar todas las contingencias derivadas del Covid-19. «Tener una profesional dedicada por entero a dar información directa y puntual a las familias fue muy importante para el colegio», valora. Tanto es así, que han decidido incorporar a la enfermera escolar en su proyecto de centro.

Sin datos ni regulación homogénea

Más allá del Covid, la Plataforma de Enfermera Escolar incide en «la necesidad de atención continuada a los crecientes problemas de salud crónicos en los niños y niñas, como asma, alergias, diabetes o epilepsia» y en la pertinencia de tener «cuidados enfermeros en el entorno escolar», así como «educación sanitaria» a alumnos, cuidadores escolares y familias.

«La cooperación entre la comunidad educativa y los profesionales sanitarios es esencial para trabajar por la salud escolar de niños, niñas y adolescentes», señalan. Pero el camino es largo. Para empezar, las administraciones tendrían que regular de manera homogénea la figura de la enfermera escolar y adscribirla al Equipo de Atención Primaria de cada comunidad, aunque su ámbito de actuación sea el educativo.

Como la figura no está regulada, tampoco hay un registro del personal sanitario presente en los centros educativos. Se sabe que hay pocos colegios con enfermera escolar, que la mayoría son privados y que se van sumando algunos concertados y algunos públicos (en muchos casos a instancias de las AMPAs), pero no se sabe cuántos hay en cada en cada comunidad.

Tampoco muchos colegios saben que para tener personal sanitario en el centro hay que tener autorización de Sanidad, explica Jorge Díez, fundador de SERES Salud, empresa de servicios escolares de Salud radicada en Madrid. «Es un trámite sencillo, pero hay que hacerlo», señala.

¿Gasto?, ¿o servicio?

Pese a que con la pandemia la salud ha pasado a ser una prioridad de los colegios, la presencia de la enfermera no ha aumentado tanto como cabría esperarse, ya que, como apunta Jorge Díez, «para los colegios ya ha supuesto un gasto considerable la adquisición de termómetros, gel hidroalcohólico, mamparas, reforma de espacios y, por supuesto, los refuerzos docentes para los desdobles».

Según la Plataforma de Enfermera Escolar, implantar la figura de la enfermera escolar en los colegios supondría entre 16 y 20 euros al año por habitante, «un coste irrisorio si se compara con los miles de millones de euros que conllevan para nuestro sistema sanitario público distintos problemas de salud que una enfermera escolar podría prevenir».

«El problema», en opinión de Jorge Díez, «es ver la enfermera como un gasto para el colegio». En el caso de los centros privados y concertados, señala, «debería verse como un servicio y, por tanto, como un ingreso». Repercutido a las familias del alumnado, el servicio costaría entre 5 y 10 euros al mes, detalla.

«Para los padres es una tranquilidad contar con la enfermera. De hecho, a veces son las AMPAS quienes se movilizan para conseguirla», cuenta Jorge Díez. Para el centro también lo es. «Tener un profesional sanitario te resuelve muchos problemas del día a día y también te puede evitar tener otros», explica. «La interlocución y la comunicación de la enfermera con las familias es clave para el colegio en todo lo que tenga que ver con la salud. Su credibilidad y su autoridad es mayor». También la interlocución con las autoridades sanitarias hace que todo sea más fácil para el colegio.

Por último, el experto señala otro factor que no es baladí: «Los niños tienen una especial confianza con la enfermera que puede que no tengan con su profesor o profesora a la hora de tener que contar alguna dolencia o problema».

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